Una madre estaba muy preocupada por sus hijos, desde que su esposo, llamado por la patria se hallaba lejos  sirviendo como enfermero de la Cruz Roja.

Cada día era una nueva discusión entre ellos, apenas podía aguantar la situación y todos los días sentada en la cocina, levantaba su corazón  a Dios pidiéndole fuerzas.

Un día, mientras hacía su oración apareció Juan, restregándose las manos con la luz de la victoria en los ojos, y dijo:

     – ¡Lo he vencido, mamá! ¡He ganado la victoria para siempre! Ya no podrá molestarme más.

La madre asustada, pálida como la cera, se levantó gritando:

     – ¿Qué le has hecho? ¡Habla… di!

     – Le he pegado las dos bofetadas más fuertes e inesperadas que recibió en su vida y allí quedó, apoyado en su cama y llorando.

     – Pero, pero pero…- Fue lo único que supo decir ella. Poniéndose de pie iba a salir cuando el muchacho le impidió el paso.

     -Escucha primero, mamá- Le dijo- Ayer mi hermano me ofendió como nunca antes. Esta mañana, cuando se despertó en su lecho, me miró con ojos de ira. Yo salté de mi cama y cuando él vio que me acercaba a la suya se sentó, pensando en defenderse. Entonces yo, cayendo sobre él, porque soy más fuerte, lo sujeté y le planté dos besos, uno en cada mejilla. Su sorpresa ha sido tan grande que se ha caído de espaldas, y se quedó allí llorando. Ahora ya puedes ir a consolarlo, si quieres…

     – Pero, pero hijo mío.

     – ¿Por qué lo besé, preguntas, mamá? Porque he recordado unas palabras del evangelio: “Perdona nuestras deudas como perdonamos…”

Muchas veces perdemos el tiempo enfrascándonos en peleas y discusiones, creando resentimientos y odio, olvidando que si perdonamos las ofensas de los otros, también seremos perdonados. “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial” Mateo 6: 14  (RVR 1960)

¿Llevas mucho tiempo peleado con alguien? ¿Intentaste solucionar las cosas o simplemente tu orgullo pudo más?

Efesios 4:32 dice: “Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo”  (NTV)

Recuerda que las palabras ásperas sólo ahondarán la distancia entre tú y la persona que amas. Acércate con palabras amables e intenta restaurar la relación. Dios te ayudará.

No permitas que pase más tiempo, busca a tu amigo, hermano, padre, madre, compañero, a la persona con la que estés peleada y da el primer paso para la reconciliación.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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