“Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo… Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano…. Pero te confesé mi pecado,  y no te oculté mi maldad. Me dije: Voy a confesar mis transgresiones al Señor, y tú perdonaste mi maldad y mi pecado”. Salmos 32:3-5 (NVI)

La culpa, la vergüenza y la falta de perdón pueden llevarnos a caer en desesperación, aislamiento o depresión. Pero Dios no desea que carguemos con todo ese peso, Él vino a libertarnos y perdonarnos. Te invito a que en este momento vayas delante de su presencia y de todo corazón le pidas perdón. De tal manera podrás experimentar su libertad y amor sin límites.  Por Danitza Luna

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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