Nadie ha dicho que el dinero sea malo, o que tener mucho dinero sea malo. Lo que no es bueno, es convertir al dinero en nuestro Dios. ¿Y cómo hacemos eso? No es montándole un altar ni mucho menos. A veces lo hacemos sin darnos cuenta.
Si aceptamos demasiados trabajos por día para lograr más dinero y descuidamos por ello la familia, estamos haciendo del dinero nuestro Dios. Si nos hemos metido en deudas y por ello necesitamos trabajar excesivamente también estamos descuidando las cosas más importantes y estamos haciéndonos esclavos del dinero y de las instituciones o compañías a quienes les debemos. Estamos poniendo el dinero por encima de Dios. Y sabemos que Dios no quiere que tengamos nada más por encima de Él.
Es bueno ser precavido y guardar un poco de dinero, pero no obsesionarnos y dejar de darnos gustos o dejar de ayudar por acumular fortunas. Eso no lleva a nada bueno. Tenemos que aprender a ser buenos administradores de lo que nos permite obtener nuestro maravilloso Padre Amado Dios.
Lo que nunca debemos olvidar o le debemos recordar a quienes se obsesionan con el dinero, es que al irnos de este mundo, o al morir, porque es lo que todos tenemos segurísimo, nos vamos tal cual vinimos al mundo. Sin nada de lo que hacemos aquí. Recordemos que vivimos para el Reino que nos prometió Jesús a quienes creemos en Él. Dios te bendiga.
“No te afanes acumulando riquezas;
no te obsesiones con ellas.
¿Acaso has podido verlas? ¡No existen!
Es como si les salieran alas,
pues se van volando como las águilas”.
Proverbios 23:4-5
El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido para radio cristiana CVCLAVOZ.