El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.
Aldous Huxley, novelista inglés
Veamos algunos indicios de cómo el miedo se instala en la conciencia de las personas durante este tiempo de crisis:
El miedo a la proximidad con personas que no conocemos en los lugares públicos. El miedo al rebrote de la enfermedad. El miedo a la crisis económica que aparenta ser una realidad que no se podrá esquivar. Miedo a perder el empleo, si no se ha perdido ya. El miedo a nuevos patrones de conductas colectivas (en los comercios, en los estadios, en los centros de diversión).
Una de las cosas que deberemos enfrentar, resolver y superar es el miedo a lo que nos espera después de la cuarentena.
Aldous Huxley menciona algo que la Biblia definió hace dos milenios: el amor echa fuera el miedo. Es interesante, sin embargo, lo que el autor inglés agrega: que el miedo también ahuyenta a la inteligencia, a la bondad, a la belleza y a la verdad.
Apareció un cartel en un edificio de Buenos Aires que conminaba a las personas que trabajan en la salud y que viven ahí a que se vayan porque dice “nos van a contagiar a todos”. La inteligencia, la bondad, la belleza y la verdad han abandonado a esas patéticas personas. No se dan cuenta que son los profesionales que les pueden salvar la vida si se contagian. No expresan gratitud por el trabajo titánico que están haciendo. Expresan un odio triste y feo.
El mundo que viene tendrá que ser pensado y actuado con generosidad y amor. Es la única manera de al menos aliviar la angustia de los problemas que habrá luego.
Quienes tienen una extraordinaria oportunidad para ser agentes de ese amor son los cristianos que han entendido el mensaje de Cristo. Pero no será tan fácil. Muchos de ellos proclaman que esta peste es un castigo de Dios, que estamos en los últimos días y que lo único urgente para hacer es salvarse para no ir al infierno.
Semejantes declaraciones no hacen más que multiplicar el miedo. Es decir, se hacen parte del problema, no de la solución.