Por qué escribo en este blog de Opinión. A este tema quiero dedicar esta columna hoy.
Cada tanto me encuentro en la necesidad imperiosa de explicarme. Me han repetido que no debo o no necesito hacerlo. Pero sigo sintiendo que debo hacerlo.
Muy pocas personas parecen darse cuenta que aquí escribo cosas que se salen o avanzan contra la corriente de lo que la gente busca en estos espacios.
Este blog sugiere una puerta para transitar hacia otros universos. Un espacio para interrogar, para indagar, para explorar. Rechazo el conformismo y la uniformidad.
Planteo un sitio donde las preguntas sean búsqueda sincera y no artificios retóricos para en seguida propinar respuestas aprendidas de memoria.
Propongo aquí refugiarnos del ruido reinante en oficinas, comedores, plataformas, bulevares, alcobas y patios. Sugiero regresar a la belleza de pensar, al arte de sentir, a la artesanía del silencio.
Mirar menos y contemplar más. Hablar menos y decir más. Oír menos y escuchar más.
Vivimos enconadamente cada minuto. Nos concentramos en convicciones que devienen escudos saludables contra la incertidumbre.
Nos parecemos a los conductores de aquellas inmensas grúas que se yerguen sobre las construcciones en el corazón de las ciudades.
Allí, en nuestra pequeña cabina elevada, olvidamos – ¿cómo es que era el mundo allá abajo…?
Nos llega una propuesta similar, y tentadora además, desde las páginas de un libro:
Te ofrezco… yo que veo el lado de abajo, el piso de todas las casas, las cañerías que alimentan la ciudad, los túneles negros del metro, las suelas de los caminantes, la línea que trazan las ruedas de la bicicleta, te propongo llevar mi cámara de mano, a cada lado que vaya… y filmar el mundo para que llegue a la pequeña televisión de tu grúa, en blanco y negro… Para darle mis ojos, el ojo de mi cámara de mano, al tímido ojo de cíclope, de tu grúa.
Luis María Pescetti, (2010) Cartas al Rey de la Cabina, México DF, México: Fondo de Cultura Económica
Aquí, a ras de suelo, cedamos a la tentación de reencontrar cosas perdidas: la curiosidad, el asombro, la solidaridad, la humildad y, quién sabe, ese amor que sabíamos sentir cuando no éramos tan adultos, tan serios, tan correctos. Estas son más razones de por qué escribo en este blog.
Leer libros que nadie lee, ver películas independientes. O sentarse en un café a ver pasar la gente en los bulevares, alejarse perentoriamente de centros comerciales y patios de comida.
También caminar por la costanera y oír el latido del propio corazón – ¿cómo era que se sentía…?
Sobre todo, bajarse más a menudo del infalible vehículo de nuestras certezas y dudar un poco de nuevo…. tal vez las cosas no sean tan así como creemos.
Qué miedo que le tenemos al no saber. Qué terror a levar anclas y navegar en las aguas tumultuosas de la realidad de los otros.
¿Por qué escribo en este blog? Por esto y por mucho más. Siguen invitados…
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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Gracias por la invitación! Siempre es un placer regresar a la belleza de pensar. Aunque muchos temas duelen pero es un bálsamo encontrar que hay formas diferentes de ver la vida.
Virginia,
Gracias a ti por visitar este espacio.
Hay formas diferentes de vivir. Y algunas a veces no son tan gratas, pero aprende uno a abrir su mente. A salir un poco afuera. A creer cosas nuevas y des-creer algunas antiguas, no por antiguas, sino por extrañas a la realidad.
Un abrazo!