“— ¿Morir por mí? —Le contestó Jesús—. Pedro, te digo la verdad, mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces.” Juan 13.38 (NTV)
De buenas intenciones está hecho el mundo, si hacemos memoria tendríamos una larga lista de promesas incumplidas a Dios y aún así, aquí estamos.
Pormenores de lado, Pedro fue discípulo de Jesús, pero no uno más, fue parte del grupo íntimo, de los tres que vieron la transfiguración, el primero en reconocer que Jesús era el mesías. Es decir, más de lo que nosotros podamos entender, el vio en vida de quien hoy confesamos El Salvador.
Entonces la pregunta que surge observando éste contexto, es:
¿Por qué Jesús dudo de la afirmación de Pedro? ¿No había demostrado una fidelidad suficiente como para estar dispuesto a dar su vida por el maestro?
En el final del camino, como siempre, Jesús tenía razón. Antes de que amaneciera Pedro lo negó 3 (tres) veces.
Y allí está nuestro sujeto, en el momento que Jesús más lo necesitó, lo negó. Sumido en una depresión más que justificable, la persona que más amaba en el mundo estaba a punto de ser crucificada sin razón alguna. Todo el mundo conocido estaba a punto de cambiar pero él no lo podía ver, porque se había equivocado. Volver atrás, era una opción más que viable… ahora si estaba todo arruinado.
Infinidad de veces nos sentimos así, sabemos que el propósito que Dios tiene con nosotros va más allá de nuestra imaginación, que sus promesas se cumplen, que nos ama con amor eterno, que nos eligió desde antes de la fundación del mundo, pero una vez más le negamos (ya perdimos la cuenta). Cuando se da la oportunidad ante una situación preferimos callar. Es mejor pasar desapercibido que incomodar a alguien con nuestras convicciones y cuando el momento pasa, creemos que no existe peor ser en el planeta que uno mismo. Yo también soy Pedro.
Luego de la resurrección, Jesús se apareció primeramente a Pedro y luego al resto de los discípulos (1 Cor. 15:5) y a el fue quien encargó el liderazgo de su equipo cuando ascendió a los cielos.
Pedro no era perfecto, y su carácter era bastante difícil y aun así Dios creyó en el.
¿Hay buenas noticias para ti y para mi entonces? ¡¡¡Si las hay!!!
Porque no hay quien conozca mejor a su creación que su creador.
Él sabe dónde encontrarnos, cuales son nuestros puntos débiles, porque están ahí, y como puede usar nuestro carácter para el cumplimiento de su propósito.
Abraham Pérez (Pastor y Abogado Mexicano) afirma: “Dios no desperdicia ninguna herida, ellas te califican para tu llamado”
No necesitamos ser perfectos, estar dispuestos es la clave para que el carpintero de Nazaret nos invite a salir de tu rutina… para cambiar el mundo.