¿Alguna vez te has sentido en soledad, atacado por el pecado y agobiado por los problemas?

Fuimos creados para tener una relación íntima con Dios, pero por nuestras malas decisiones nos hemos apartado de Él y hemos roto toda comunión con el Padre. Quizá sea esta la razón de la existencia del libro de Levítico que nos impulsa a buscar la santidad y a vivir una vida en adoración a Dios.

Mientras el pueblo de Israel vivía en Egipto estaba atrapado en la inmundicia, pero cuando fueron liberados e instalados en las faldas del monte Sinaí, experimentaron el descanso y un encuentro real con Dios.

Pero, ¿cómo podría un pueblo impío acercarse a un Dios Santo? Para ello era necesario tratar con el pecado hasta erradicarlo.

La mejor ilustración que la Biblia hizo del  pecado es la lepra, una enfermedad bacteriana que se transmite de persona a persona y si no se trata correctamente puede ser sumamente contagiosa y causar graves lesiones no sólo en la piel, sino también en las extremidades, ojos y mucosas.

Por esas características antiguamente los leprosos eran separados de su familia y amigos.

“Los enfermos de lepra deberán romperse la ropa y andar despeinados, y mientras dure su enfermedad serán considerados gente impura. Vivirán apartados, fuera del campamento. Además, se cubrirán la mitad del rostro e irán gritando: “¡Soy impuro! ¡Soy impuro!” Levítico 13:45-46 (TLA)

¡Qué manera de declarar su enfermedad e impureza! ¿Te imaginas en la actualidad diciendo esas palabras? Por supuesto que nadie lo haría, pero en esa época era imprescindible y no sólo eso, sino que todo aquél que poseía ese mal debía ser refugiado en lugares alejados y como el sumo sacerdote era el responsable de la salud del campamento, era su deber expulsar y recibir sólo a aquellos de quienes la lepra había desaparecido; él decidía si esa persona estaba verdaderamente sana. Del mismo modo, nuestro Sumo Sacerdote Jesús es capaz de declararnos limpios y readmitirnos a su reino mediante su sacrificio en la cruz y, a través de nuestra fe en Él, podemos recibir el perdón de nuestros pecados.

No podemos negar que a diario somos tentados a caer en el pecado, pero tampoco podemos ignorar el poder que tenemos para rechazarlo y decidir vivir en santidad.

Si hasta hoy le has dado lugar a tu carne, si estando en la soledad te has visto tentado a revisar páginas pornográficas ¡No lo hagas! Podrás esconder pecados a los que te rodean, pero no a Dios, Él no puede ser burlado.

Hoy decide acercarte a tu creador para pedirle perdón, su palabra dice en 1 Juan 1:9 (TLA)

“Pero si reconocemos ante Dios que hemos pecado, podemos estar seguros de que él, que es justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad.”

No permitas que la lepra espiritual manche tus vestiduras, te separe de Dios y destruya todo lo bueno que Él ha hecho en ti. Recuerda, fuiste sellado con el Espíritu Santo de Dios para hacer buenas obras.

Por Ruth Mamani

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario