Muchos de nosotros, en nuestra infancia, hemos tenido la oportunidad de jugar a las escondidas, juego en el que gana el que no es hallado.

Esconderse es una reacción inmediata cuando nos equivocamos, lo hicieron Adán y Eva cuando comieron del árbol prohibido, Jonás cuando trató de escapar a otra ciudad y así evadir la tarea que Dios le había dado y lo hizo David cuando trató de esconder lo que había pasado con Betzabé.

Pensar que podemos ocultarle algo a Dios es una gran equivocación, pues Él está en todo lugar “No hay nada en toda la creación que esté oculto a Dios. Todo está desnudo y expuesto ante sus ojos; y es a él a quien rendimos cuentas.” Hebreos 4:13 (NTV) Si pensaste que nadie te vio cuando hiciste algo incorrecto, ten por seguro que no fue así, Dios sí te vio.

Si te equivocaste y le fallaste, no te escondas y tampoco trates de encubrir o justificar lo que hiciste, reconoce tu falta, disfruta su perdón y la libertad que sólo en Dios puedes hallar, “¡Oh, qué alegría para aquellos a quienes se les perdona la desobediencia, a quienes se les cubre su pecado! Sí, ¡qué alegría para aquellos a quienes el SEÑOR les borró la culpa de su cuenta, los que llevan una vida de total transparencia!” Salmos 31:1-2 (NTV)

Esconderse es condenarse a vivir con remordimiento, culpa, dolor, etc. y una de las consecuencias más desastrosas que causa es que nos aleja de Dios, no porque Él mantiene su distancia sino porque nosotros nos aislamos creyendo que nos olvidó o que no desea vernos.

Si caíste levántate, asume tu error y las consecuencias, pero no te escondas y tampoco te auto condenes a una vida miserable.

“Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.” Lucas 8:17 (NTV)

Por Judith Quisbert

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario