–Todo va en mi contra –dijo un hombre a Lutero–. Ninguno de mis deseos se cumple; mis planes nunca se realizan.

–Querido amigo, ese es tu error.

–¿Mi error?

–Sí, añadió Lutero, porque cuando oras el Padre Nuestro siempre dices: “Hágase tu voluntad”. Deberías decir: “Hágase mi voluntad“. Pero si oras para que se haga la voluntad de Dios y no la tuya, debes estar satisfecho de que Dios cumpla su voluntad como pides, sea lo que sea esto.

Muchas veces nuestras oraciones son repeticiones y no pensamos lo que estamos diciendo; sin embargo, nuestra mejor opción siempre será buscar la voluntad de Dios, por eso mismo Jesús nos enseñó a orar así. El problema está cuando tenemos que dejar de lado lo que nosotros queremos y aceptar lo que el Señor tiene para nosotros.

Nuestros planes siempre serán guiados por nuestros deseos y anhelos, por aquello que consideramos mejor en nuestra limitada humanidad; por eso, buscar hacer la voluntad de Dios y que esta se cumpla en nuestras vidas no es fácil.

Jesús mismo buscaba hacer la voluntad de su Padre, aun cuando esto significaba morir en la cruz por nuestros pecados.

Si pides que la voluntad de Dios sea hecha en tu vida, es muy probable que no veas cumplidos todos tus deseos, pero puedes estar seguro que Su voluntad siempre es mejor para nuestras vidas y te llevará adelante con pasos firmes.

“Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Que tu buen Espíritu me lleve hacia adelante con pasos firmes”.

Salmos 143:10 (NTV)

No está mal pedirle a Dios aquello que anhelamos, pero recuerda que siempre debemos buscar primero Su voluntad, y puede ser que nuestros planes no estén dentro de ella y su silencio o su negativa a nuestra petición, será también una muestra de amor.



El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario