Alfredo Nobel era un químico sueco que inventó la dinamita, nombre tomado de la palabra griega que significa poder, y se hizo rico mediante la producción industrial de este y otros explosivos.

Pocos años antes de su muerte, un periodista francés lo confundió con su hermano y publicó la noticia de su muerte.

El periódico que contenía la esquela mortuoria fue a parar a manos del célebre inventor, quien emocionado, se vio a sí mismo como otros lo veían y como lo vería Dios dentro de pocos años, es decir, como “el rey de la dinamita que se había hecho millonario produciendo explosivos, o sea, el mercader de la muerte”.

Horrorizado por tremenda esquela mortuoria, resolvió hacer algo distinto en su vida, algo que les recordara a las generaciones que vendrían detrás de él  de un modo más favorable e instituyó cinco premios que llevan su nombre y que son otorgados cada año para premiar los más altos logros en favor de la cultura, el progreso y la paz.

De esta manera fue creado el premio Nobel en sus cinco aspectos y hoy todo el mundo recuerda a Nobel, no como el autor de la destrucción, sino como el protector de las mejores virtudes de la humanidad.

En muchas oportunidades pensamos que nuestra vida es todo un ejemplo, hemos logrado las metas que nos hemos propuesto y quizás, inclusive, hemos llegado mucho más allá de lo que creíamos. Sentimos que hemos triunfado porque nos conocen y posiblemente recibimos muestras de afecto y respeto,  pero ¿Cómo realmente nos ve la gente? Y más importante aún, ¿cómo nos ve Dios?

Esta vida es pasajera y todo lo que hacemos repercute en la vida de los demás y determina nuestra eternidad. No se trata de cambiar por el qué dirán lo demás ni por agradarlos, sino de vernos objetivamente, quitándonos la venda que podemos tener en los ojos y corrigiendo aquellas cosas que estamos haciendo mal.

“Si ustedes son sabios y entienden los caminos de Dios, demuéstrenlo viviendo una vida honesta y haciendo buenas acciones con la humildad que proviene de la sabiduría.” Santiago 3:13 (NTV)

¿Eres lo que Dios soñó en ti? ¿Estás cumpliendo la misión para la cual fuiste creado o sólo estás buscando tu satisfacción personal?

No importa lo que hiciste mal, con o sin intención, en el pasado; lo que cuenta es que corrijas tus pasos y te des la oportunidad de llegar a ser lo que Dios quiere que seas, que  la gente pueda recordarte como una persona de bien, correcta, que el legado que dejes a las generaciones futuras las inspire como un ejemplo a seguir y que cuando te presentes ante Dios, no tengas nada de qué avergonzarte.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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