El mar agitado choca contra el barco de carga con todo su poder, al parecer este era el fin, el fin de tantos sueños, de tantas palabras y promesas, su futuro dependía de ese barco y su estabilidad, las personas gritaban y corrían de un lado para el otro con el objetivo de aligerar la carga, esa escena parecida a una película del año 2000 “la tormenta perfecta”,  podía asustar hasta al hombre más valiente del planeta, solo que la diferencia era la existencia de un culpable, Jonás.

Muchas veces ocurre que Dios nos quiere decir algo, pero colocamos excusas y nos sumergimos en nuestras actividades, navegando en nuestra barca sin un sentido claro en la vida cuando en realidad debemos escoger por lo mejor, tenemos la osadía de volcar nuestra mirada e ir contra la orden del Creador.

Solo cuando las cosas no salen como queremos y nuestras acciones perjudican a otros nos damos cuenta de que algo estamos haciendo mal y decimos – ¡Señor, que sucede! –

Nos engañamos a nosotros mismos pensando que hacemos la voluntad de Dios cuando en realidad hacemos lo que queremos como un niño encaprichado por una golosina, cuando nos damos cuenta estamos en medio de la tormenta y la única solución es… que nos tiren al mar (rendir nuestro orgullo).

“Y tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor”. (Jonás 1:15)

Y nuestras perspectivas cambiarán, no moriremos porque Dios es nuestro guardador, solo que Él quiere trabajar en nuestras vidas y tiene algo especialmente preparado para nuestro crecimiento.

“Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches.” (Jonás 1:17)

Jonás reconoció la soberanía de Dios, allí dentro del pez, es como si el viejo Jonás hubiera muerto y se preparara el nacimiento de un nuevo Jonás que obedecería a Dios cueste lo que cueste, aún así el profeta sabía que Dios no lo desampararía.

“Descendí a los cimientos de los montes; la tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío”. (Jonás 2:6)

El gran pez vomitó a Jonás cerca a Nínive, el lugar donde tenía que dejar el mensaje de parte de Dios, así lo hizo, anunció el juicio de Jehová por causa del pecado de los habitantes de Nínive, los cuales se arrepintieron de corazón y Dios los perdonó.

Jonás aprendió sobre la obediencia a Dios, y la soberanía del creador sobra la creación.

¿Y tú aun conociendo esto vas contra la orden de Dios? ¿Conoces lo que Dios quiere para ti?

Por Carlos Eduardo Encinas.

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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