Spurgeon cuenta que algunos cristianos habían estado instruyendo con gran trabajo a un muchacho con problemas en el aprendizaje.
Cierto día, uno de los instructores, tratado de ver si comprendía la doctrina de la salvación, empezó a preguntarle:
– Juan, ¿tienes alma?
– No, no tengo alma, respondió el niño.
El instructor creyó que había gastado su tiempo en balde pero el muchacho continuó:
– Yo tenía un alma que era mía, antes, pero la perdí y Jesucristo la halló, y ahora quiero siempre que Él la guarde; así que ya no es mía.
El muchacho había comprendido perfectamente y se sentía como el gran Apóstol Pablo en 1 Corintios 6:19,20 dice que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos.
“¿No se dan cuenta de que su cuerpo es el templo del Espíritu Santo, quien vive en ustedes y les fue dado por Dios? Ustedes no se pertenecen a sí mismos, porque Dios los compró a un alto precio. Por lo tanto, honren a Dios con su cuerpo”. 1 Corintios 6:19, 20 (NTV)
Todo nuestro ser le pertenece a Dios, por eso mismo debemos ser cuidadosos de cómo nos conducimos, de nuestro lenguaje, acciones, pensamientos, e incluso debemos cuidar cómo administramos todo lo que poseemos.
¿Honras a Dios con tu vida y tus bienes?
Cada vez que enfrentemos una situación difícil o una tentación debemos preguntarnos si lo que estamos por hacer honrará a Dios.
Si vivimos conscientes de que nada nos pertenece realmente, sino que es de Dios, buscaremos vivir cada día para agradarle a Él, no sólo buscando crecer en su Palabra o en ayuno u oración, sino que también cuidaremos nuestras amistades, los lugares a los que vamos, las cosas que consumimos, en qué invertimos nuestro tiempo y dinero.
No te preocupes tanto por el mañana, entrégale a Dios todo y recuerda que no hay lugar más seguro en el que podamos esconder nuestras vidas que en Él, el dueño y autor de todo los que somos y poseemos.
El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.