Un poderoso rey, que era famoso por sus riquezas, había podido comprobar que las mismas no le hacían  feliz.

El monarca oyó hablar de un ermitaño, famoso por su sabiduría y piedad, que daba lecciones a los demás hombres para ser felices. Sin demora dirigió sus pasos donde podría encontrar a este varón de Dios, el cual vivía en su rincón del desierto.

El anciano lo recibió afablemente y lo invitó a ir a dar un paseo con él. Lo condujo por una senda estrecha y lo llevó hasta el pie de una roca, situada encima de la alta montaña. Señalando la roca dijo el anciano al rey:

Todo lo que poseemos en la tierra es pasajero y todos nuestros esfuerzos por estar seguros o resguardar nuestras posesiones son vanos si depositamos nuestra vida en las manos de Dios.

Procura hacer tesoros en el cielo, que eso es lo verdaderamente valioso y no perecedero, no confíes en tus posesiones, fuerzas ni conocimientos, nada de eso te dará la felicidad que buscas.

No hay nada ni nadie en este mundo que pueda darte la seguridad y la paz que necesitas, por eso antes que nada, debemos procurar que nuestras  vidas estén refugiadas en Dios, que Él sea la Roca en la que nos apoyamos.

“Solo él es mi roca y mi salvación, mi fortaleza donde jamás seré sacudido”.  Salmos 62:2 (NTV)

Si estás pasando por problemas, si no sabes qué hacer, si te faltan las fuerzas y ya no puedes más, corre a refugiarte en el Señor, nada ni nadie podrá dañar tu vida si te escondes en Él.

“Pero el Señor es mi fortaleza; mi Dios es la roca poderosa donde me escondo”. Salmos 94:22 (NTV)

Refúgiate en el Señor, la paz, el gozo, la seguridad que buscas se encuentran en Él, la Roca de tu salvación.

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario