Cierta vez en un programa de tv un famoso jugador de fútbol confesó una parte de su vida que nunca antes había contado en público.

Durante la entrevista dijo que su padre murió cuando él tenía 7 meses de gestación y después de haber nacido, su mamá no pudo cuidarlo junto a sus otros 12 hermanos porque no tenía los ingresos económicos suficientes para mantenerlos; además vivían en un barrio muy peligroso donde la delincuencia y la drogadicción era algo de todos los días. Esas razones fueron suficientes para que ella decidiera enviarlo a vivir con la familia de su hermana.

Al pasar los años ese muchachito demostró que tenía grandes cualidades jugando futbol, de esa manera logró hacer pruebas con algunos equipos importantes de su ciudad y de entre muchos otros él fue de los pocos que fueron aceptados para integrar la plantilla titular.

No pasaron muchos años cuando un equipo de otro país le ofreció una importante suma de dinero para que jugara con ellos. Con mucha felicidad firmó el contrato y con las primas económicas que recibió compró una casa para que su familia salga del peligroso barrio en el que vivían. Sin embargo, aunque la intención con todo eso era mejorar las condiciones de vida para los suyos, él cuenta durante la entrevista que uno de sus hermanos hoy en día está preso.

Todos en su hogar sufrieron el azote de la pobreza y los problemas sociales que acarrea el vivir en un barrio donde la drogadicción es algo normal, pero uno de ellos pudo salir adelante y decidió invertir lo que había ganado en darle a su familia una oportunidad de mejorar. Algunos la aceptaron, pero hubo otro que eligió una vida criminal.

Algo similar ocurre en la vida de todo cristiano.

Deuteronomio 11:26-28 dice: “He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido.” Versión Reina-Valera 1960

Estas fueron las palabras que dijo Moisés a Israel después de haber salido de Egipto. Recordemos que en ese lugar ellos eran esclavos y no podían determinar nada por sí mismos, pero Dios los rescató dándoles la libertad de elegir por cuenta propia qué camino querían tomar.

Eso mismo ocurre al aceptar a Jesús como Señor y Salvador.

Él nos ha hecho libres de la esclavitud del pecado para darnos la opción de vivir bajo sus mandamientos o desobedecer completamente. Dios lo ha dispuesto de esa manera y para asegurarse de que así sea, personalmente ha vencido al diablo, al pecado y al mundo para que elijamos sin ningún tipo de oposición.

¡No dudes más! Elige seguir a Dios porque en Él hay vida.

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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