“No me rechaces en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando me falten las fuerzas”. (Salmos 71:9 RV60)

Llegar a la vejez en pareja es alentador y hermoso, es cuando el “juntos para siempre” se cumple a plenitud; pero cuando el cónyuge fallece o abandona el hogar, alcanzar esa etapa de la vida se complica, los hijos (as) vuelan del nido y muchas veces se puede caer en depresión y soledad.

La fortaleza en la vejez depende de la alimentación, el afecto, la salud y el sustento económico, si falta alguno de estos factores la salud decae con rapidez, más aún con la falta de cariño y afecto familiar ¿Cuánto cuesta dar un abrazo? ¿Un beso? ¿Elogiar? Es gratis y muchos no hacen esto con sus padres.

Envejecer es como volver a la infancia, las preguntas surgen, los olvidos se notan, los ancianos llegan a depender de los hijos para realizar sus actividades porque su fuerza no es como era en su juventud. Debemos  aprender a escucharlos y serles pacientes ya que en muchos casos ello  lo fueron con nosotros en la niñez.

¿Compartes tiempo con tus padres? ¿Eres un hijo agradecido? Muchos hijos pelean por la herencia, otros desalojan a su madre o a su padre de su casa con engaños o usando la fuerza, otros les reprochan por sus errores pasados. Al final lo que se siembra se cosechará, siembra amor y recibirás amor, perdona y serás perdonado.

“Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir”. (Salmos 71:18 RV60)

Dios no te soltará en la vejez, el guardará tus pasos, te dará salud y oportunidades para que compartas el amor del Padre Celestial, tienes la seguridad de vivir en su reino para siempre y la esperanza de que Cristo guíe a  tu familia.

Por Carlos E. Encinas

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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