Uno de los animales marinos más feroces y temidos es el tiburón blanco. Su aspecto robusto, sus características fisiológicas y el estar ligado con ataques a nadadores que entran en sus territorios, le han otorgado el título de depredador.

Físicamente, un espécimen adulto pesa aproximadamente 1,5 toneladas, mide regularmente 5 metros, tiene cerca de 222 dientes y puede cerrar su mandíbula alcanzando una fuerza de 20 toneladas. Por si esto fuera poco, su olfato puede detectar la presencia de unas cuantas moléculas de sangre a una gran distancia y puede llegar a nadar a 40 kilómetros por hora. Realmente es un animal temible.

Pero dentro de todas las cualidades naturales que tiene, la ciencia ha descubierto dos que lo hacen diferente al resto: El tiburón blanco no tiene vejiga, órgano físico que el resto de peces suele usar como flotador porque al llenarse de aire, les permite permanecer quietos en zonas cercanas a la superficie sin hundirse. Y también, el mecanismo de respiración de los tiburones consiste en mantener la boca abierta mientras nada, de esta manera el agua cargada de oxígeno pasa por sus branquias y así puede llegar a la sangre, pero si se detiene, moriría de asfixia.

Por estas razones, el temible tiburón blanco desde que nace nunca deja de nadar, sino que está constantemente en movimiento. Esta es una característica que podríamos imitar dentro de la vida cristiana.

¿Alguna vez te has preguntado por qué las tentaciones parecen en cierto momento más fuertes que antes?, ¿Por qué ahora resulta más pesado ir a la iglesia?, ¿Por qué parecen más importantes otras actividades que leer la Biblia?, ¿Por qué ese fuego de la pasión por la santidad ya no parece arder más?, etc. Muchas veces uno suele hacerse preguntas porque no logra comprender qué fue lo que ocurrió con ese primer amor.

Meditemos: Si descuidas tu negocio faltando regularmente a tus deberes pronto estarás en quiebra, si no asistes a las clases de la universidad perderás la materia y no aprobarás los exámenes finales, si descuidas a tu familia intercambiándola por otras actividades llegará un momento en el que serás como un perfecto extraño para ellos y ellos para ti, etc. Todo esto ocurre en actividades cotidianas y en la vida cristiana pasa lo mismo: si descuidas tu bienestar espiritual, lo más seguro es la separación de tu relación con Dios y todas las consecuencias que eso conlleva.

No nos engañemos, no existe el crecimiento espiritual automático. Así como el tiburón se hunde al dejar de nadar, nosotros también podemos tropezar y hasta caer, si dejamos de buscar el Reino de los  Cielos.

Jesús ya hizo todo lo que tenía que hacer en la cruz del calvario. El crecimiento espiritual en el conocimiento de la voluntad de Dios expresada en la Biblia y la búsqueda de su presencia, es una responsabilidad personal y continua.

“Gloriaos en su santo nombre; Alégrese el corazón de los que buscan a Jehová. Buscad a Jehová y su poder; Buscad su rostro continuamente.” 1 Crónicas 16:10-11 Versión Reina-Valera 1960

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario