En ocasiones, cuando las cosas se ponen difíciles, nos sentimos desanimados y creemos que ya no hay solución y que lo mejor será renunciar y sentarnos a esperar nuestro final; sin embargo, esa es la peor decisión.
Dos ranas, una optimista y otra pesimista, cayeron al mismo tiempo en dos vasijas que contenían leche.
La rana pesimista dijo: – No puedo salir de esta vasija, porque las paredes son muy lisas. No puedo respirar en la leche, voy a asfixiarme, estoy perdida- Y, en efecto, se asfixió y murió.
La rana optimista tampoco sabía qué hacer, pero como era optimista trató de hacer algo y se agitó en todos sentidos. Como se estuvo moviendo continuamente, batió la leche con tanto vigor que ésta se transformó en mantequilla. La rana entonces se sentó sobre la mantequilla y pudo respirar libremente.
Mientras tengamos aliento de vida y, tomados de la mano de Dios, siempre tendremos esperanza de que las cosas pueden mejorar, e incluso, de que sucederá un milagro en el momento menos esperado, por eso la solución no es sentarnos a esperar el final.
Dios puso en nosotros muchos dones, talentos y si le pedimos sabiduría también nos la dará. Además, Él ha prometido no abandonarnos y solamente nos pide que nos esforcemos y seamos valientes.
Mi mandato es: “¡Sé fuerte y valiente! No tengas miedo ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas”». Josué 1:9 (NTV)
Cuando estamos en medio de las crisis lo más sencillo es renunciar y sentarnos a esperar nuestro final, pero fuimos creados para mucho más y los problemas forjan nuestro carácter, nos preparan para el mañana.
Quizás ahora no veas un resultado inmediato de los esfuerzos que estás haciendo por salir adelante, pero no pierdas la fe, no te desanimes que no es tu final, Dios no te dejará y pronto podrás ver los frutos de tu sacrificio y la bendición del Señor.
Padre amado, te pido perdón por las ocasiones en las que deseo dejar de pelear porque siento que no hay salida y pierdo la esperanza, perdóname por mi falta de fe, por poner mi mirada en las circunstancias y no en ti. Ayúdame a recordar cada una de tus promesas y tener presente siempre que mis fuerzas provienen de ti.
Gracias Padre por siempre estar conmigo y por tu promesa de nunca abandonarme. En el nombre de Jesús, amén.
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