¿Cuántas veces has soñado con alcanzar algún objetivo, pero al ver tus limitaciones te has quedado en el mismo lugar sin poder movilizar ni un solo dedo?

En Juan 5: 1-14 encontramos la historia de un hombre cojo que durante treinta y ocho años padeció de esa enfermedad y por más que su deseo era recibir sanidad se sentía desesperanzado.

En los versículos 6-9 dice:

“Cuando Jesús lo vio y supo qué hacía tanto que padecía la enfermedad, le preguntó:

¿Te gustaría recuperar la salud?

—Es que no puedo, señor —contestó el enfermo—, porque no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando se agita el agua. Siempre alguien llega antes que yo.

Jesús le dijo:

¡Ponte de pie, toma tu camilla y anda!

¡Al instante, el hombre quedó sano! Enrolló la camilla, ¡y comenzó a caminar! (…)”.

¿Te imaginas la frustración de alguien que intenta hacer algo, pero por su discapacidad no puede lograrlo y más aún cuando la gente a su alrededor no hace nada por ayudar, porque quizá se siente en la misma necesidad?

Pero la misericordia de Dios fue visible con este personaje que sin quejas ni enojos permaneció ahí  hasta que algo sucediera en su vida.

Si hoy te encuentras desalentado y cansado de tanto insistir sin ver venir una sola señal de que la respuesta de Dios está por llegar a tu vida, quiero animarte a no perder la esperanza en Aquél que prometió suplir tus necesidades.

Puede que estés atravesando por alguna enfermedad física y a pesar de seguir el tratamiento no ves una mejora en tu salud o quizá se trate de una enfermedad del corazón con la que por mucho tiempo has luchado. Pero hoy Dios te dice: ¿Te gustaría recuperar la salud?  ¿Cuál será tu respuesta? Dios conoce tu necesidad al igual que la de las personas que estaban alrededor del estanque, pero ¿qué de especial vio en el cojo para sanarlo?

No pierdas la esperanza en Jesús y persevera en Él, aunque no haya nadie a tú alrededor para alentarte a seguir y acompañarte en tu dolor, Dios no se ha olvidado de ti, Él te dice hoy: ¡Ponte de pie y anda! Eres libre de toda enfermedad, de toda angustia y aun de todo vicio en el que podrías estar encerrado.

Y entonces podrás decir estas palabras:

“¡Con razón mi corazón está contento, y mi lengua grita sus alabanzas! Mi cuerpo descansa en esperanza. Pues tú no dejarás mi alma entre los muertos ni permitirás que tu Santo se pudra en la tumba.” Hechos 2:26-27 (NTV)

Por Ruth Mamani

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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