Una historia cuenta que atravesando el Atlántico, hace varios años, con el vapor Scotia, una noche tranquila y serena, un hombre pudo notar en el capitán del barco cierta inquietud.

Intrigado el hombre por lo que notaba, se dirigió al capitán y le preguntó a qué se debía su nerviosismo, a lo que le contestó que había bajado mucho el termómetro durante las últimas horas y que ello lo tenía preocupado ya que seguramente habría grandes cantidades de hielo a su alrededor, y obraría como un loco si pretendía continuar el trayecto en tales circunstancias, ya que  lo mejor en aquel caso era parar el barco, pues si chocaban con un iceberg irían a pique.

Nadie podía advertirles del peligro en que estaban sino el termómetro, y por la fe en la advertencia del instrumento, el capitán salvó la vida de todos los que estaban en aquel vapor.

Lo mismo sucede con nuestras vidas, contamos con un termómetro que nos va guiando y nos muestra si vamos por buen camino o no.  Sería tonto de nuestra parte el querer vivir sin obedecer las advertencias de Dios, nadie con sentido común  seguirá su trayecto sobre una ruta que tiene avisos de que el camino termina ahí ni tomaría veneno viendo la advertencia en el frasco. De igual forma, sería necio el pretender vivir desobedeciendo a Dios y pensar salir ilesos o llevar una buena vida sin acatar los mandamientos que nos da.

Muchas veces solamente nos aprendemos las promesas, nos agarramos de ellas y dejamos de lado las prohibiciones que encontramos en la Biblia, olvidándonos que si no hay obediencia tampoco podremos disfrutar de las bendiciones que Dios tiene para nosotros.

“Hijo mío, no te olvides de mí ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos; Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán. Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad;
Átalas a tu cuello, Escríbelas en la tabla de tu corazón; Y hallarás gracia y buena opinión
Ante los ojos de Dios y de los hombres. Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal; Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos”  Proverbios 3:1-8 (RVR1960)

Todas las prohibiciones y advertencias que encontramos en la palabra de Dios no tienen otra finalidad que evitarnos dolor y salvar nuestras almas porque lo que puede parecernos bueno o inofensivo en su momento, más adelante puede traernos mucho dolor con las consecuencias que acarrea, puede alejarnos de Dios, desviarnos del camino e incluso podríamos terminar perdiendo nuestra salvación.

Vivamos atentos a los mandamientos de Dios para que podamos disfrutar de una vida de paz y llena de las bendiciones que nuestro Padre tiene para nosotros. Seamos sabios para obedecer las indicaciones que Él nos da, de manera que cada día nos acerquemos más a Dios y podamos cumplir el plan que tiene para nuestras vidas.

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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