Weinsberg es una pequeña ciudad ubicada al noroeste de Alemania en el área del valle del río Sulm, de manera que casi todo el año mantiene su aspecto primaveral.

A primera vista parece un lugar sin ningún atractivo especial. Sin embargo, casi al centro de la capital hay un castillo que hoy en día se usa como cárcel pública, pero en un tiempo lejano fue testigo de muchas batallas medievales.

Precisamente en el año 1140 el tiránico emperador Conrado III era la cabeza absoluta del imperio Romano Germánico. Bajo su mando se impulsó una cacería sanguinaria contra todos los enemigos de la corona y una invasión paulatina a varios de los pequeños poblados alrededor del reino con el fin de expandir sus fronteras, capturar esclavos y reclutar nuevos soldados.

Llegó el día en el que la pequeña ciudad bávara fue atacada, pero sus murallas eran muy resistentes a tal punto de que el emperador agotó todos sus recursos para penetrarla, así que como medida definitiva decidió desviar el curso del río que proporcionaba agua a la ciudad a fin de que los habitantes murieran de sed.

Conrado III prometió un trato benevolente si se rendían. Naturalmente no pasaron muchos días hasta que por fin el pueblo entero se dio por vencido. El emperador dijo que cumpliría su palabra dejando que las mujeres se fueran libres juntamente con todo lo que pudieran llevar consigo.

Al día siguiente se abrieron las puertas de la muralla, las mujeres salieron marchando lentamente, pero dejaron atónito al emperador pues no iban cargadas con sus posesiones como él esperaba. Cada mujer llevaba en su espalda el peso de su marido, hijo o padre. Conrado III quedó tan sorprendido por tanta nobleza que perdonó la vida a todos los habitantes de Weinsberg.

Esta es una historia verídica que nos permite ilustrar una gran verdad.

El pecado puede tener tanta autoridad para esclavizar que no permite que nadie que esté bajo su poder elija con libertad lo que quiere hacer. Esta fuerza es tan despiadada que obliga al hombre a llevar en solitario el tremendo peso de las responsabilidades humanas: la familia, la sociedad, el trabajo, la economía, los conflictos emocionales del pasado, la ansiedad por el futuro, pecados cometidos, culpas vergonzosas, etc.

Pero al recibir a Jesús como Señor y Salvador se nos otorga la libertad para elegir qué es lo que queremos cargar. Entonces recibimos de parte de Él la siguiente invitación: “Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros.” Mateo 11:29-30 Versión Dios Habla Hoy

Si el tirano emperador Conrado III quedó tan sorprendido por un acto de nobleza que dejó libres a todos, cuánto más quedará complacido nuestro amoroso Dios al ver que llevamos la carga correcta.

Elige con sabiduría, sólo hay una carga que puedes llevar sobre tus hombros y que te dará descanso verdadero.

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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