“…Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22:39 (RVR 1960).

El Evangelio de Lucas relata la parábola del Buen Samaritano, donde se pone en acción el segundo y gran mandamiento, que muchas veces se hace tan difícil cumplir en la totalidad de la palabra.

Si recordamos un poco de historia podremos decir que los samaritanos eran odiados por los judíos por ser descendientes de los babilonios y, a pesar de ser temerosos a Dios, al mismo tiempo adoraban ídolos, razón por la cual los judíos evitaban cualquier contacto con ellos, hasta llegarlos a considerar abominación para la sociedad.

¿Cómo esperar algo bueno de alguien que es considerado abominación para la sociedad?

Seguro que los samaritanos sufrían bullying en esa época, quienes por su origen eran odiados, despreciados e indignos; pero ante todo, tenían un buen corazón, esto podemos verlo reflejado en la reacción de uno de ellos frente a la necesidad de su prójimo, de quien al parecer se le “conmovieron las entrañas” y dejando todo atrás sólo se enfocó en darle una mano. Y tal vez cabe recordar que no fue el primero que lo vio, porque llegó después de los sacerdotes y los levitas que no quisieron ni pudieron salvar al hombre herido.

Es posible que en algún momento de tu vida te hayas identificado con el buen samaritano, tal vez has sido objeto de burla por tu fe en Jesús, y si a pesar de todo ello, accediste a hacerle el bien a tu prójimo, déjame decirte que lo ganaste para Cristo.

O quizá te sientes incapaz de encajar en el papel de ser misericordioso y crees que otros lo harían mejor que tú, como el levita y el sacerdote de la parábola. Esos hombres sabían qué hacer, pero se negaron a obedecer la voz de Dios. El Señor nos recuerda que nosotros no tenemos que ser misioneros o pastores para servir. Podemos ser mecánicos, doctores o cocineros, pero con un corazón compasivo y servicial.

Si hoy te preguntas  ¿cómo amar a mi prójimo si sólo he recibido rechazo y desprecio suyo?  Al actuar de la misma forma que lo hizo el samaritano estamos revelando el amor de Dios a la humanidad, porque no olvidemos que amar al prójimo como a uno mismo no es suficiente, es necesario preguntarse: ¿cómo se puede ser el prójimo de los demás y amarlos mostrando acciones como Jesús lo hizo?

Por supuesto que es difícil ser un buen samaritano, toma tiempo, paciencia y a veces dinero y en muchas ocasiones implica riesgos; y a pesar de que muchos no lo entiendan, hemos sido llamados a mostrar misericordia a los demás sin considerar lo  malo, pobres o ricos que puedan ser, sólo basta extender una mano amiga para ofrecerles nuestra ayuda.

Si te preguntas ¿Cómo ayudar si no sé quién es mi prójimo? Déjame decirte que tu prójimo no es el que tú eliges para ayudarlo, es el que viene de improviso, el que está ahí, cercano y caído, oprimido y sin esperanza. La pregunta es: ¿Estás dispuesto a ayudar a tu prójimo a pesar de…?

“Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros.” Juan 13:34 (NVI)

Por Ruth Mamani

 

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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