Alguna vez oí que le preguntaron a Rockefeller, el hombre más rico de su tiempo, si era feliz. Se dice que respondió que lo sería si tuviera un milloncito más. El camino menos transitado de la felicidad se le insinuaba así con evidente claridad.
Efectivamente, la felicidad se muestra esquiva, como la liebre artificial tras la cual corren los galgos. Me enteré recientemente que, para mayor desgracia, los galgos tienen una vida útil de tres años; hay adiestradores que les inyectan cocaína o éxtasis para que corran con más fuerza.
La vida actual ha transformado el concepto de felicidad. La identifica hoy con lo sensible, con lo exterior. Abandonando la razón y la interioridad, se la busca en los sentimientos y las emociones. El destino deseado pasa por la salud física, la comida, el sexo, el poder, la diversión y el ocio. Ser feliz es pasarlo bien, hacer lo que a uno más le gusta y que nadie se meta – mucho al menos – con uno.
Un poco de historia conviene aquí
Para los antiguos, la felicidad no tenía nada que ver con lo que ahora nos importa. El bienestar físico y material no era la meta. Los filósofos griegos la definían como el supremo bien moral, la vida examinada, la buena conducta, el trabajo hecho con excelencia, el servicio a los demás. En los siglos siguientes se pensó como la búsqueda del bien común, la justicia, la libertad, la paz, el derecho.
¿Dónde y cuándo cambió esta mirada? La verdad es que siempre hubo hedonistas que buscaban el placer y el goce egoísta. Es sólo que no eran la mayoría. En algún punto de la historia hubo un giro. Es interesante que uno de los conceptos fundacionales de la Constitución de los Estados Unidos es “la búsqueda de la felicidad”.
No digo que esa fuera la causa. Pero son dos cosas distintas la felicidad personal y el bienestar mayor de todas las personas. En alguna parte ese bienestar mayor me solicita ceder mi posición personalista. Pero ese es el camino menos transitado de la felicidad.
¿Cómo sería, entonces, ese camino menos transitado?
Yo creo que está expresado claramente en las ideas de los antiguos. Deben notar que la Biblia no hace énfasis alguno en la felicidad como un bienestar constante y personal. Aunque muchos creyentes hoy lo entienden de esta manera errada. La Biblia habla del bien y del mal. Que se viva haciendo bien las cosas para que le vaya bien a uno y a los hijos después de uno.
Las emociones y los sentimientos tienen un lugar fundamental en el bienestar humano. Pero generalmente esas cualidades están asociadas a momentos. La felicidad tiene que ser algo perdurable y centrado en el bien de todos y no sólo el de uno.
Quizá por eso es el camino menos transitado de la felicidad.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.