Son muchos los problemas que trae una visión dividida del mundo. Porque si Dios es Dios sólo en las cosas espirituales, ¿quién es soberano en las cosas que no llamamos espirituales, la vida pública?
“De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan”, se lee en el libro de los Salmos. Aquí, la palabra “mundo” no es sólo el universo físico, sino toda la realidad. No es posible encontrar algo en lo que Dios no tenga una aplicación concreta.
Una primera consecuencia de la dicotomía
Dicotomía quiere decir “dividir en dos”. Habiendo asumido esta posición dicotómica, no podemos encontrar virtualmente ningún libro cristiano que nos presente un entendimiento bíblico de la historia y del hombre en su relación con la sociedad.
No hay cátedra teológica sobre economía, ciencia, educación, política, artes, etc. Así, cuando estudiamos, trabajamos o participamos en estas cosas que llamamos “no espirituales”, estamos obligados a usar el pensamiento no cristiano que está disponible. Terminamos siendo “espirituales” en nuestra religión y “seculares” en nuestra vida cotidiana. Somos victimados por una visión dividida del mundo.
Es trágico observar cómo los creyentes, tan celosos de observar las formas externas de sus convicciones cristianas, en su vida pública actúan bajo los artículos de fe de visiones contrarias a a la verdad bíblica. Han sido tomados por sorpresa, porque en la mayoría de los casos, no se dan cuenta de este hecho fundamental.
Una segunda consecuencia de la dicotomía
Otra consecuencia es que la realidad no puede ser comprendida y manejada ventajosamente a partir de una adecuada visión bíblica del hombre y del mundo. Eso conduce a los cristianos a vivir a la defensiva, reaccionando constantemente a las cosas que no aprueban, sea en el ámbito de la política, la ética o la educación.
Hace unos años, cuando estudiaba un postgrado en una universidad cristiana, un profesor nos hizo pensar en el pasaje donde Jesús le dice a Pedro: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades (o del infierno) no prevalecerán contra ella”.
Nos hizo dibujar en un papel cómo visualizábamos esta idea. La mayoría de nosotros dibujó una fortaleza, rodeada de muros y un profundo pozo alrededor, con el puente levadizo levantado; dentro de ella, todos nosotros defendíamos el sitio contra el ataque atroz de Satanás y sus huestes para que no prevaleciera contra nosotros.
Entonces, el hizo su dibujo en el pizarrón. Asombrosamente, él colocó dentro de la fortaleza a Satanás y sus huestes y a todos los seres humanos conquistados por él. Afuera, de una forma violenta y decidida, estaba la iglesia. Atacando los muros y sobre todo las puertas del infierno, que en realidad era la fortaleza, para entrar en ella y rescatar a los que estaban cautivos por el enemigo.
Una visión dividida del mundo nos coloca a la defensiva. Algo totalmente ajeno a aquello de que el reino de los cielos se hace fuerte y los violentos lo arrebatan.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.