Desde pequeñas acciones, hasta costumbres arraigadas desde la infancia; todos tenemos hábitos que no son saludables para nosotros ni para los demás. Poner excusas para evitar cambiarlas, sólo hará que los malos hábitos se conviertan en problemas que pueden salirse de control. Así que, para no caer en esta situación, debemos:
- Identificar: ¿Qué hábito no te brinda ningún beneficio? ¿Por qué continúas haciéndolo? ¿Constantemente sientes la necesidad de justificarlo, aún sabiendo que está mal? Una vez que admitas que hay hábitos dañinos para tu vida, podrás dar el siguiente paso.
- Evitar: ¿Qué factores contribuyen a que este mal hábito se desarrolle? ¿Cómo puedes alejarte de ellos? Si hay situaciones que te llevan a practicar este mal hábito, entonces, evítalas. No intentes probar tu fortaleza acudiendo a la tentación para vencerla, sino que debes ser prudente y alejarte de ellas.
- Usar el lenguaje apropiado: Si usualmente te dices a ti mismo que no lo lograrás, entonces es momento de cambiar tu lenguaje. Nuestras palabras tienen más poder de lo que pensamos, así que no olvides decirte palabras de aliento y confiar en que lograrás eliminar todos los malos hábitos de tu vida.
- Pedir ayuda: Hay problemas que requieren ayuda de un profesional. Si ese es tu caso, no sientas vergüenza en acudir a un especialista. Si no, también puedes pedir a tus amigos o familiares para que te ayuden a cambiar los malos hábitos.
- Orar: Dios conoce nuestras fortalezas y debilidades; por lo tanto, entiende por lo que estás pasando. Acepta que tienes malos hábitos y pide a Dios que te ayude a cambiarlos.
- Perseverancia: Los malos hábitos no se eliminan de la noche a la mañana, sino que toman su tiempo. Reemplaza los malos hábitos con unos buenos y sigue adelante. Si tropiezas o caes en el camino, no te quedes allí; levántate y continúa. Después de todo, no podrás cambiar los malos hábitos si no pones de tu parte.
Este artículo fue producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.