Al principio, la OMS afirmó que solo las personas enfermas, cuidadores o profesionales de la sanidad debían usar mascarillas. No obstante, ahora es de uso obligatorio. Esto es para protegernos de la enfermedad, pero también para demostrar solidaridad.
Al comprender las epidemias no solo como sucesos biológicos, sino como procesos sociales, encontraremos la clave para una contención exitosa.
Varios estudios sobre la epidemia SRAS (síndrome respiratorio agudo severo) demostraron que el uso de las mascarillas creaba intimidad y confianza ante el peligro. El hacer del uso de la mascarilla una cultura, como debe ser adoptada a partir de ahora, tiene un sentido de destino compartido, obligación mutua y es un deber cívico.
En el mundo oriental, las fotografías de multitudes ataviadas con mascarillas se convirtieron en íconos del SRAS. En occidente, la imagen de las personas asiáticas con mascarillas fue usada para ejemplificar la otredad. Aunque es cierto que la otredad en sí misma no tiene que ser aparejada con algo negativo, es habitual que en muchos casos vaya unida a la xenofobia o racismo.
Lo cierto es que en este momento en el que las comunidades están vulnerables a quedar divididas entre los sanos y los enfermos, a causa del miedo, el uso generalizado de mascarillas lo debemos adoptar como cultura y nos unirá al final en esta lucha contra el coronavirus.
Los miembros de una comunidad debemos usar mascarillas no solo para protegernos de enfermedades sino para demostrar que queremos sobrellevar juntos el flagelo del contagio.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.