Una de las batallas más difíciles de ganar es la que peleamos con nosotros mismos. Siempre he pensado que para realizar cualquier labor en la vida, existen 10 personas mejores que tú, y diez personas peores, por utilizar un número promedio.
Si eres una persona analítica es posible que cuestiones tus propias habilidades y la razón por la cual eres tú y no otro que está desempeñando la tarea en cuestión. Si a esto le agregas que nunca podrás lograr que todos te aprueben, las posibilidades de dudar de ti mismo son muy altas. Y el que duda según la palabra de Dios “es semejante a la ola del mar que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor”. En otras palabras la duda no te trae nada bueno y el compararte con otros tampoco.
Pero ¿cómo evitar que esa duda penetre y destruya la confianza que necesitas para cumplir tu labor? La respuesta es más sencilla de lo que imaginamos, una identidad sana es lo único que logrará que venzas las inseguridades en el camino.
Basar nuestra identidad en Cristo, es la herramienta más poderosa para vencer la duda. Evitar basar nuestra identidad y autoestima en lo que hacemos, o lo que la gente opina de nosotros es vital para tener una imagen sana. La opinión más veraz de ti la tiene Dios, evalúate ante ese espejo. Ten confianza en su cuidado, y certeza de su ayuda y respaldo eso te dará seguridad absoluta, y paz. Dios ha prometido que estará con nosotros todos los días de nuestra vida, y Él ha preparado buenas obras para que anduviésemos en ellas. ¡Obras buenas! para cada uno de sus hijos sin excepción alguna. Para tu Padre Celestial no eres ni mejor, ni peor que nadie, eres único.
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” recuerda esta porción de la palabra de Dios cuando la duda entre en tu mente. A cada uno Dios le preparó un plan único y original es por eso que te recomiendo que no te midas ante otros, mírate conforme a lo que Dios dice y ha diseñado exclusivamente para ti.
Recuerda que eres único y especial.