¿Alguna vez has visto a los niños hacer rabietas para conseguir algo? Cuando están empecinados con obtener lo que quieren, ellos recurren a todos los medios que conocen para que sus padres cedan ante sus demandas. La gran mayoría de veces, su elección no es la mejor, pero eso no les importa y solo se enfocan en tener lo que quieren.
En ocasiones, los cristianos actuamos de la misma manera. Nos dejamos guiar fácilmente por nuestros planes y deseos. Pensamos que nuestras ideas son mejores y, que por consiguiente, Dios también está de acuerdo con ellas. Creemos que nuestros anhelos son una señal directa de Dios y que tal vez ésa deba ser su voluntad. Esto nos lleva a orar con fervor y pedir para que se realice aquello que aspiramos. Sin embargo, pasa el tiempo y parece como si no tuviéramos respuesta.
La constancia y perseverancia son ingredientes muy esenciales cuando se quiere lograr algo; no obstante, se convierten en algo negativo cuando nuestros planes son los de Dios. Nosotros pensamos que nuestros deseos ayudarán para bien en el futuro, pero olvidamos que el único que sabe lo que ocurrirá en el mañana es nuestro Creador; así lo dice Proverbios 20:24 (TLA): “Nadie sabe cuál será su futuro; por eso debemos dejar que Dios dirija nuestra vida.”
La mejor manera de orar es pedirle a Dios: “hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10) y que no prevalezcan nuestros propios deseos, sino lo que Él considere mejor. De esta manera, no solo estamos honrando y adorando a Dios, sino que también estamos haciendo lo mejor para nosotros.
“El corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor.”
Proverbios 19:21 (NVI)
Este artículo fue producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.