En vista de que fui Miss Venezuela 1976, aunque solo por 36 horas, hay mucha gente que me relaciona con el reinado y la corona. La verdad es que nunca me interesaron los concursos de belleza, a pesar de que en mi país, Venezuela, son algo icónico. Cuando finalmente me decidí a entrar en el concurso para complacer a mis padres (generalmente es al revés), ni tan siquiera sabía quién había sido la miss del año anterior.
Para muchos, esas experiencias son de suma importancia porque las consideran una catapulta para la fama, para ser actrices (mi caso), locutoras, animadoras, les cambia la vida.
Y es cierto, gran parte de los sucesos en mi vida, fueron consecuencia, si no del concurso, de la renuncia al concurso a las 36 horas. Aparte, a veces no puedo entender que he realizado tantas novelas y ahora otros oficios y lo primero que le viene a la mente a las personas que les preguntas de mí, es el reinado de belleza. Me encantaría ser recordada como actriz y hoy día como alguien que señala hacia Jesús en todo lo que hace. Pero hoy quiero hablar de coronas que no son pasajeras como esas de los concursos. Las coronas que vamos a lanzar a los pies del Señor en rendición, adoración y alabanza.
La corona incorruptible de la que se habla en 1 Corintios 9:24-27 que es la recompensa que se promete a los que corran la carrera de la vida de manera correcta.
La corona de justicia de la que se habla en 2 Timoteo 4:7-8 y en Apocalipsis 3:11 que se nos otorgará en la segunda venida de Jesús y será el premio a una vida justa y a los que manifiestan un amor especial para esa ocasión y lo esperamos con seguridad de que vendrá.
La corona de gozo que se menciona en Filipenses 4:1, en 1 de Tesalonicenses 2:19-20 que corresponderá a quienes ganemos almas y vivamos creyendo en Cristo y nos gloriaremos y regocijaremos.
La corona de la vida, que aparece en Santiago 1:12 y en Apocalipsis 2:10 que es la recompensa de aquellos que sufrieron de manera noble durante su vida terrenal. Se refiere a aquellos quienes como Job, han tenido sufrimientos pero han seguido amando al Señor.
Por último, la corona de gloria de la que habla Pedro en 1 Pedro 5:1-4 para los pastores ejercen su propósito responsablemente, voluntariamente y no por ganancias sino por necesidad espiritual y servicio a Dios.
Esas serán las únicas coronas realmente valiosas y permanentes.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.