5 momentos en los que endiosamos a los líderes

5 momentos en los que endiosamos a los líderes

Tenemos que admitir que hay momentos en los que endiosamos a los líderes. Este artículo es una mirada crítica a nuestro comportamiento como miembros de la iglesia.

Cuando un líder cristiano cae, nos afecta a todos. No importa si hemos trabajado directamente en su ministerio o si solo conocemos su nombre: nos perjudica porque cambia la manera como los demás nos ven y siembra dudas en nuestros corazones. La caída de un líder siempre tiene un efecto dominó.

Las personas que no conocen de Dios comienzan a ver al individuo como el total de los cristianos. No ven al líder como persona, sino que atribuyen sus acciones a las de todos los creyentes. En parte, tiene sentido porque como seres humanos solemos tomar los precedentes como lecciones para protegernos. Esto está insertado en nuestra biología; pero el hecho de que lo sea no significa que todo el tiempo tengamos la razón.

Cuando descubren a un líder cristiano cometiendo algún acto ilícito o que va en contra de la moral, es natural que las personas se pregunten si los cristianos, como comunidad, aprobamos o practicamos lo mismo. Este hecho, aunque nos duela, no debe sorprendernos.

5 momentos en los que endiosamos a los líderes

Endiosamos a los líderes cuando los ponemos en un pedestal, y les damos roles que son nuestros deberes (por ejemplo, la tarea de evangelizar). Pero también sucede que cuando caen, muchas veces, con ellos se desploma nuestra fe.

Nuestra forma de ver a los líderes es, la mayor parte del tiempo, incorrecta y no contribuye a la expansión del evangelio, sino de la fama individual. Algunos de los errores más comunes que cometemos con los líderes, son:

1. Tratarlos como algo más que humanos

Algo que tenemos que tener claro es que todos los líderes son humanos y sufren las mismas tentaciones que nosotros. Parece obvio, pero con frecuencia lo olvidamos. Debemos tener presente que ser evangelista, pastor o líder no significa estar exento de pecado.

Las personas que tienen posiciones de autoridad en la iglesia también pueden sentirse atraídas por las cosas de este mundo. Nadie está libre de ellas. Es más, Jesús también tuvo tentaciones:

El diablo le puso a Jesús las mismas trampas que nos pone a nosotros para hacernos pecar, sólo que Jesús nunca pecó. Por eso, él puede entender que nos resulta difícil obedecer a Dios. 

Hebreos 4:15 (TLA)

Quizá no podemos imaginar a un Jesús tentado por el sexo, a robar, mentir o hablar mal de su prójimo; pero la Biblia dice que sí pasó por esos momentos, la única diferencia es que Él nunca pecó.

Si el mismo Jesús tuvo tentaciones, ¡cómo no los líderes de este tiempo! Es una fantasía pensar que ellos no pecan.

Entender que los líderes también son humanos no implica aceptar el pecado, sino que nos debe llevar a no tener expectativas idealizadas con respecto a ellos.

2. Poner su palabra por sobre la Palabra de Dios

Dios puede hablar a través de las personas. Él puede usar literalmente a quien quiera para hacer conocido que su mensaje; prueba de esto es que usó a una burra (Números 22:20-40). Sin embargo, Él nunca puede dar un mensaje que contradiga lo que ya dijo. Esto quiere decir que la palabra de los líderes, evangelistas o pastores no vale más que lo que está escrito en las Sagradas Escrituras.

Una de las cualidades de la Biblia es que trasciende en el tiempo: todo lo que Dios quiso comunicar al mundo está allí.

Sí, Dios puede usarlos y hablar a través de los líderes; pero que estén en una posición de autoridad no les da potestad por sobre las Sagradas Escrituras.

3. Creer ciegamente en lo que dicen

Oseas 4:6 (RVA-2015) dice: «Mi pueblo es destruido porque carece de conocimiento». Y es que muchas personas se dejan engañar porque no tienen una comunión personal con Jesús. No leen sus Biblias porque el líder ya lo lee y explica. Tampoco oran porque el pastor ya oró por ellos. Van a la iglesia, escuchan música cristiana, y creen que eso es suficiente para ser salvos.

Es así como creen ciegamente en lo que dicen otros y no se dan el tiempo de confirmar a la luz de la Palabra de Dios. Esta afirmación no es exagerada, puesto que hay todavía cristianos creen que Adán y Eva comieron una manzana, por ejemplo.

Debemos entender y asimilar que la salvación es personal. Ningún líder puede tenerlo a nuestra cuenta. Tener una relación con Jesús nos ayuda a tener discernimiento para saber si lo que se enseña va de acuerdo a la Palabra de Dios o no. Pero si no lo tenemos, entonces seremos presa fácil de los falsos líderes y sus enseñanzas.

4. Seguirlos en vez de a Jesús

La palabra «cristiano» quiere decir «seguidor de Cristo»; pero si seguimos a los pastores, evangelistas, predicadores, cantantes y líderes, y no a Jesús, entonces ¿qué somos?

Existen personas que nos inspiran a continuar en nuestra vida espiritual, a no rendirnos y a acercarnos a Dios. Pero ninguna de ellas debe tomar el lugar que Él ocupa en nuestras vidas. Podemos sentir admiración, pero no endiosar a esos líderes.

Si seguimos a los humanos, pronto nos decepcionaremos porque pueden fallar. Y cuando lo hacen, nuestra fe se irá con ellos. En cambio, si tenemos a Jesús como nuestro modelo a seguir, tenemos la confianza de que jamás nos decepcionará. Él nunca pecó cuando estuvo en la Tierra, y cuando ascendió al cielo nos dejó al Espíritu Santo. Jesús es el único que ofrece una garantía que se extiende más allá de la muerte.

5. Encubrir sus pecados

Uno de los peores errores que hemos cometido como iglesia es permitir, y encubrir, los delitos. Alrededor del mundo existen casos de delitos cometidos por líderes y que fueron ocultados por miembros de las congregaciones.

Como cristianos sabemos que para todo pecado hay una consecuencia, y tener una posición de autoridad no nos libera de ello. Si bien creemos en el perdón y la redención, no podemos ser parte del problema y tapar los delitos.

Hay miles de víctimas que han sufrido por los líderes que les hicieron daño, pero también por la indiferencia de la iglesia. Y la iglesia no está para causar más daño. Es por ello que no podemos hacernos de la vista gorda ante esta clase de situaciones.

En conclusión

Los pastores, evangelistas, maestros y otros líderes son necesarios para la iglesia. Nos ayudan a crecer espiritualmente y a seguir centrados en Dios; pero no por ello debemos darles más importancia que a nuestro Creador.

El comportamiento opuesto a endiosar a los líderes no es criticar cada una de sus acciones. El papel de juez le corresponde a Dios.

Los líderes merecen nuestro respeto (al igual que cualquier otra persona), pero no pueden reemplazar el lugar que Jesús tiene en nuestras vidas. Ellos pueden fallar, pero Dios no; por eso debemos tener nuestra fe en Él y no en las personas.


El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

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. El presente se escribió en su totalidad por un ser humano, sin uso de ChatGPT o alguna otra herramienta de inteligencia artificial.

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