Sin ánimo de controversia, sino como análisis crítico, quiero referirme a la naturaleza como refugio de serenidad y su lado oscuro. Estoy progresando en una lectura detenida del libro “Cultura” de Terry Eagleton y saco de ahí la reflexión de hoy.
Se ha presentado la naturaleza como refugio de serenidad frente a la agitación de la civilización.
Terry Eagleton, Cultura, Buenos Aires, Cultura, 2017
Una preocupación loable
El movimiento ambientalista, que crece cada vez más en el mundo, tiene un gran caso. Insiste en la naturaleza como refugio de serenidad en medio de la locura de la industrialización, la tecnología y el capitalismo salvaje.
Expresa su angustia no sólo por la destrucción de universo físico. Es notorio que supone también la esperanza de un retorno, un reencuentro con un cierto “orden natural”. Dicho orden proporcionaría serenidad y daría a luz, misteriosamente, a la paz y buena voluntad entre las personas.
Por lo mismo, es tan importante reducir el efecto invernadero. Hay que proteger los glaciares, cuidar la flora y la fauna y modificar drásticamente los modos de consumo.
El lado “oscuro” de la naturaleza
Sin embargo, considerar a la naturaleza como refugio de serenidad tiene su lado riesgoso.
Téngase en cuenta que terremotos, cataclismos, inundaciones, sequías innombrables, erupción desastrosa de volcanes y huracanes existen desde siempre. Han ocurrido sin la presencia de emisión de gases contaminantes, combustibles fósiles o metrópolis donde se hacinan millones de seres humanos. Aquí tropieza la esperanza de ver la naturaleza como refugio de serenidad.
Consideremos esta intrigante reflexión de Slavoj Zizek:
La naturaleza es una locura. Es caótica y propensa a desastres salvajes, impredecibles y sin sentido, y estamos expuestos a sus despiadados caprichos: no existe eso que se llama Madre Tierra … No creo que haya ningún orden natural. Los órdenes naturales son catastróficos.
Slavoj Zizek, Pedir lo imposible, Madrid, Akal, 2015
Entonces, ¿qué hacemos?
Creo que necesitamos trabajar activamente por la protección del medio ambiente. Hacerlo responsable y continuamente. Amarlo, admirarlo y cuidarlo.
Al mismo tiempo, debemos estar conscientes que la naturaleza no es “natural”. No tenemos que acelerar los desastres, pero tampoco deberíamos pensar que el cuidado la va domesticar para nuestra paz.
Hay un equilibrio en esto de ver a la naturaleza como refugio de serenidad sin olvidar su lado oscuro.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.