Los gigantes siguen andando sueltos. Los vemos día a día en nuestras vidas.

Muchas veces los hemos enfrentado y nos deshicimos de ellos, otras simplemente nos dimos por vencidos con tan sólo verlos y les permitimos quedarse en nuestras vidas, incluyéndolos en todas nuestras actividades.

Tus gigantes pueden ser traumas, recuerdos, frustraciones, problemas de salud, problemas familiares  o económicos… no importa de qué tipo sean, en algún momento nos atemorizamos cuando los vimos y decidimos ser indiferentes con ellos o tratar de crear buenas relaciones para que la convivencia sea más amena, descartando  la posibilidad de sacarlos de nuestras vidas porque los vimos muy grandes para nosotros.

El pueblo de Israel había visto milagro tras milagro desde su salida de Egipto. En Números 13 Dios le pide a Moisés que mande 12 espías a reconocer la tierra de Canaán. Cuando volvieron de su misión, 10 de los 12 espías dijeron que era imposible conquistar la tierra por los gigantes que la habitaban.

El pueblo, al escuchar el relato de lo que habían encontrado, se desanimó y se rebeló contra Dios. A causa de esto, Él decidió  que los únicos que entrarían a la tierra prometida serían Caleb y Josué, los dos espías que no se desalentaron al ver a los gigantes sino que creyeron que Dios los entregaría en sus manos y les daría la tierra que les prometió. Los demás murieron en el desierto.

Muchas veces hacemos lo mismo. Vemos la mano poderosa y misericordiosa de Dios en muchas áreas de nuestras vidas pero a nuestros gigantes  los tenemos bien instalados con nosotros y es tanto así que ya nos hemos acostumbrado a tenerlos cerca y no nos molestan, tristemente se han hecho parte de nuestras vidas.

Piensa bien cuáles son esos gigantes que están en tu vida y que no se los has entregado a Dios. No vaya a ser que por comodidad, por no hacerle frente a tu gigante, estés perdiendo la tierra que Dios te ha prometido.

No le creas a la gente que,  como los 10 espías, te dice que no se puede, que es imposible. No veas la dificultas ni le creas a las circunstancias; créele a Dios y Él hará.

No pierdas tu bendición por un gigante. No mueras en el desierto cuando ya estás a las puertas de la tierra que Dios te ha prometido, entra en ella y disfruta de las bendiciones que el Padre tiene para tu vida.

Esfuérzate y sé valiente. Recuerda que Dios pelea por nosotros.

“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Romanos 8:31 (RVR1960)

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario