Cierta historia cuenta que una señora muy avara, que creía padecer del corazón, fue a visitar a un médico, el cual, no viendo causa aparente para la sospecha de su paciente, aconsejó un estudio por rayos X.

La señora asintió,  pero objetó:

– Doctor, soy extremadamente pobre y temo que no podré realizarme el estudio si no me es hecho gratuitamente.

El médico accedió, en su deseo de diagnosticar mejor. Al examinarla observó que el corazón le funcionaba perfectamente, pero que la mujer llevaba  escondida entre su ropa interior una fortuna en dinero.

La mujer preguntó ansiosamente:

– ¿Qué  tal tengo el corazón?

A lo que el médico replicó con severidad:

– ¡Muy mal, señora, muy mal!

Las peores enfermedades que padece la humanidad no son de origen físico sino emocional y espiritual. Una persona con una discapacidad física puede tener una vida digna y memorable, puede vencer aquellos obstáculos que se le presentan e inclusive marcar historia. Casos tan extremos como el de  Nick Vujicic se convierten en una inspiración para la humanidad.

Sin embargo, las enfermedades del alma como la avaricia son más difíciles de vencer, crean barreras invisibles que hacen de la vida de quien las padece una verdadera cárcel porque aun gozando de salud y poseyendo los medios para vivir una vida digna han optado por la miseria.

Por algo Jesús hizo una advertencia en Lucas 12: “Y luego dijo: «¡Tengan cuidado con toda clase de avaricia! La vida no se mide por cuánto tienen»… Luego, dirigiéndose a sus discípulos, dijo: «Por eso les digo que no se preocupen por la vida diaria, si tendrán suficiente alimento para comer o suficiente ropa para vestirse. Pues la vida es más que la comida, y el cuerpo es más que la ropa… Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás, y él les dará todo lo que necesiten… Donde esté su tesoro, allí estarán también los deseos de su corazón»”  Lucas 12: 15, 22, 23, 31, 34 (NTV)

Procura  que tu corazón no esté puesto en las riquezas pasajeras, vive tranquilo y agradecido por las bendiciones que recibes a diario y confía plenamente en la provisión de Dios, para que lleves una vida plena, construyendo aquellas riquezas que no pueden ser arrebatadas.

No permitas que las posesiones materiales limiten tu vida y no te permitan disfrutar de las bendiciones de Dios; por el contrario, regocíjate y vive agradecido  por lo mucho o poco que poseas porque tu verdadera riqueza se halla en Dios, quien conoce tus necesidades y ha prometido suplirlas y no desampararte nunca.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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