Si eres de las personas que le gusta tener todo estructurado y fríamente calculado, es muy probable que los cambios de planes te molesten mucho; sin embargo, podrían estar salvándote la vida.
El capitán de un barco ballenero contó la siguiente historia:
Un día estábamos dirigiéndonos hacia el sur del cabo de Hornos y el viento nos venía de proa. Estábamos mirando a uno y otro lado para ganarle al viento, pero avanzábamos muy lentamente.
Hacia las 11 de la mañana me vino de repente una idea: ¿Por qué tratar de luchar contra el viento y las olas de esta manera? Ballenas podía haber tanto hacia el norte como hacia el sur.
Cambié la dirección del barco, y una hora después, el vigía del mástil gritó: ¡Botes a la vista! ¡Botes a la vista!
Al poco tiempo alcanzamos a 4 botes con 14 marineros, los únicos supervivientes de la tripulación de un barco que se había incendiado hacía diez días.
Estos hombres habían ido a la deriva desde entonces, orando a Dios, frenéticamente, por su salvación.
Llegamos a tiempo para salvarlos, porque no habrían sobrevivido por mucho tiempo más. Estoy convencido de que aquel día Dios puso en mi mente la idea de cambiar el curso del barco. Esta idea salvó 14 vidas.
En ocasiones, aunque planifiquemos todo a la perfección, algo sucede y debemos cambiar planes, buscar otra ruta, comer otra cosa, cambiar una cita con alguien o simplemente las cosas se traban y debemos cambiar las cosas a último momento.
En muchas ocasiones, es Dios quien nos está salvando de algo o nos va a usar como instrumento para ayudar a otros.
«Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos—dice el Señor—. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse. Pues así como los cielos están más altos que la tierra, así mis caminos están más altos que sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos.
Isaías 55:8,9 (NTV)
Si bien a nadie le gusta que sus planes se frustren o cambien, debemos permanecer con los oídos atentos y el corazón sensible para poder escuchar la voz de Dios y para ser capaces de ver de qué nos ha librado.
Si tus planes cambian, no te enojes, agradece a Dios y confía en que sus planes son mejores que los tuyos.
Padre amado, gracias por cada plan que has cambiado en mi vida, gracias por dirigir mis pasos hacia lugares seguros y gracias porque tus planes son siempre mejores que los míos. Ayúdame a recordar esto cuando a veces me frustro porque las cosas no salen como quiero y olvido que tú siempre estás en control. Por favor, dirige mis pasos y decisiones siempre. En el nombre de Jesús, amén.
¿En qué oportunidad tus planes cambiaron y después viste el propósito de Dios?
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