Mucha gente perdona solo un momento o por unos días, pero lo cierto es que si no es perdón completo, entonces, no es perdón.
Los gemelos Javier y Renato se habían acalorado discutiendo hasta el punto que este último, tomó un plato y lo partió sobre la cabeza de Javier.
Al llegar la hora de ir a la cama, su madre le dijo a Javier:
– Tienes que perdonar a Renato por haberte dado con el plato en la cabeza.
Javier no consideraba que el hermano mereciera el perdón tan fácilmente, y no quiso saber nada de la idea.
– Pero podrías morirte durante la noche —dijo la madre— y no querrías ir al encuentro del Señor sin haber perdonado a tu hermano.
– Muy bien, lo perdonaré por el momento. Pero si no muero esta noche, mañana hará bien en vigilar, porque seguro que me las pagará por haberme dado un golpe tan fuerte con el plato en la cabeza.
No existe la verdad a medias y tampoco el perdón temporal, por eso, todo se reduce a si perdonas a quien te ha herido o no. Si no es perdón completo, entonces, no es perdón.
Imagina que Dios nos perdonara de nuestros pecados por unos días y luego, cuando volvemos a fallar o sólo porque sí, decidiera que ya no somos perdonados. Eso no tiene sentido, ni siquiera su sacrificio en la cruz valdría la pena, todo hubiera sido en vano.
Cuando Dios nos perdona incluso echa en lo profundo del mar nuestros pecados.
¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.
Miqueas 7:18,19 (RVR1960)
Si has estado actuando como el niño de la historia, que quiere perdonar a su hermano sólo por temor a morir durante la noche, pero realmente no estás dispuesto a perdonar, es momento de que medites sobre tu vida.
Quizás la persona que te ha lastimado no se acerque a ti a pedirte perdón e incluso puedes pensar que no lo merece y posiblemente tengas razón. Sin embargo, debes recordar que ninguno de nosotros merece el perdón de Dios, pero Él siempre está dispuesto a perdonarnos y olvidarse de lo que hicimos mal.
Perdonar no siempre es fácil, pero debes tener en cuenta que el perdón te permite ser libre de rencor, resentimiento y amargura. Más allá de beneficiar a la otra persona, el perdón te liberará.
¡Vamos, perdona de una vez y sé libre!
El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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