Muchos se esfuerzan para sorprender a las personas que los rodean, en el campo laboral los empleados a los jefes, los músicos quieren impresionar a su audiencia, los hijos a sus padres y podríamos seguir dando ejemplos de cómo todos desean llamar la atención de los demás e impresionarlos.

Como cristianos, buscamos de muchas formas llamar la atención de Dios para sorprenderlo y en ese afán de querer agradarlo olvidamos presentarnos ante Él con un corazón contrito y humillado, pensamos que es suficiente hacer sacrificios y obras.

Josías hizo lo recto ante los ojos de Jehová como David lo había hecho, no se apartó a derecha ni a izquierda y cumplió con lo que Dios mandaba en su palabra cuando reinó en Jerusalén.

A su corta edad decidió buscar a Dios; a los doce años comenzó a limpiar Judá y Jerusalén de toda la idolatría que su padre y abuelo introdujeron al pueblo. Siendo ya de  dieciocho años después de limpiar la ciudad decidió reparar la casa de Jehová junto a los levitas, quienes fueron fieles trabajando en la restauración del templo. Pese a esto, Jehová había decidido derramar su ira sobre Jerusalén y sus moradores por causa de los antecesores de Josías, quienes no guardaron su palabra.

La noticia dejó al rey sin saber qué hacer porque él había hecho lo bueno, lo correcto y no se apartó de Dios en ningún momento; todo era bueno y Jehová veía con agrado sus acciones, pero Él esperaba algo más que obras y sacrificios.

En ese momento crítico de su vida el rey sorprendió a Dios y no fue con obras ni acciones con esfuerzo humano. Se presentó con un corazón arrepentido, se humilló y lloró en la presencia de Jehová. Esta actitud es la que Dios esperaba para perdonar la desobediencia del pueblo de Jerusalén.

Puede que hayas hecho muchos esfuerzos para llamar la atención de Dios y así poder sorprenderlo haciendo lo bueno y correcto, cumpliendo su palabra sin apartarte de ella en ningún momento; pero lo que necesitamos entender es que es la actitud de un corazón contrito y humillado lo que sorprende al Señor.

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”. Salmos 51:17 (RVR1960)

Por Miguel Ángel Veizaga

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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