Decir que la tecnología aumenta el peso de la existencia es confrontar la lectura contraria. La tecnología, se pensaba, aliviaría la vida. Contribuiría a que la gente hiciera menos esfuerzo y tuviera más tiempo para “vivir”. Sin embargo, la historia no se muestra complaciente con semejante optimismo.
Debido a la lógica del mercado, los modernos trabajamos al menos tanto como nuestros ancestros neolíticos. La tecnología se emplea para intensificar la explotación, no para abolirla.
Terry Eagleton, Cultura, Buenos Aires, Taurus, 2017
Vamos a considerar esta cita de Eagleton una poco más detalladamente.
La máquina alivió el peso de trabajo físico y aceleró la producción. El telégrafo y la telefonía permitieron la comunicación a distancia. El tren, el automóvil y el avión hicieron posible viajar a lugares lejanos en menos tiempo.
Pese a estos y otros beneficios, en definitiva, la tecnología no reduce el peso de la existencia.
Como anota Eagleton, la tecnología finalmente ha servido para intensificar la explotación. La disponibilidad de herramientas que aceleran el trabajo ha aumentado la exigencia por producir más y mejor.
Hoy, la gente que trabaja está al alcance de una llamada telefónica o de un mensaje de WhatsApp para recibir órdenes o trabajo adicional al de las horas de oficina.
El trabajo virtual que la pandemia oficializó mundialmente ha hecho que la gente trabaje más horas que antes.
La velocidad de las soluciones informáticas ha reducido los tiempos en que se espera que las cosas sucedan. Hoy, cinco minutos son una eternidad para celulares y computadoras.
En otras palabras, como la tecnología no reduce el peso de la existencia, la gente está más abrumada por la urgencia de exigir y responder a mensajes y órdenes.
Hay una publicidad de un marca de té en Argentina que dice “Me tomo cinco minutos”. Una taza de té en cinco minutos. Desapareció la tradición de un desayuno o una merienda tranquila, un tiempo para conversar o leer el diario. El placer ha sido reducido a cinco minutos. Todos los placeres.
Por eso hoy, la fiesta se ha convertido en un vertiginoso aparato de música a todo volumen y marcado desenfreno. Hay como una desesperación por desconectarse del peso de la existencia.
El celular es omnipresente y “omni exigente”. Proliferan las aplicaciones que ofrecen controlar nuestro tiempo en el aparato o poner nuestra mensajería instantánea de “vacaciones” o “no molestar”. Pero igual estamos obsesionados por saber si nos hemos perdido algo.
El mercado, los negocios, el capital. Así de simple. No hay trucos aquí ni discurso político. El capital y las grandes corporaciones han aumentado sus ingresos a niveles nunca antes alcanzados. Incluso la pandemia permitió que los cinco personajes más ricos del mundo, incrementaran aún más sus ganancias. Sería irónico nada más, si no fuera horrible.
Como siempre, los que han perdido, los que no han visto alivio al peso de la existencia han sido los supuestos beneficiarios de la tecnología.
Ironías de la realidad…
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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