¿Alguna vez te han dado una respuesta que te dejó más perdido? Puede que a todos nos haya pasado en algún momento de nuestras vidas. Diferentes escenarios donde haces una pregunta y en la respuesta se van tanto por las ramas, que quedas ¡totalmente extraviado!
Si estamos perdidos, pedimos direcciones
Una situación típica es cuando preguntas una dirección en un pueblo de un país. Y aunque no debemos generalizar, es mucho más pintoresca la manera de dar una dirección en un pueblo de Latinoamérica. Nos pueden decir por ejemplo:
—Al llegar a la esquina del cují.
Y anotamos: Cují, y preguntamos:
—¿Así se llama la esquina?
—No, un árbol de cují yaque grande que está como dos cuadras más allá. Después ve unas cuatro casitas bajitas, (esas no son), tiene que dar una vuelta por el callejoncito que queda entre las dos casas que siguen a esas bajitas y ahí es la dirección que busca.
¡Esa respuesta nos deja más perdidos que nunca!
Las respuestas extensas
Otra situación puede ser cuando esperamos turno en la oficina del odontólogo y por aburrimiento o hacer conversación con alguien, se nos ocurre preguntar desde cuándo conocen o vienen donde el doctor. Es posible que te enumeren la cantidad de tratamientos que se han tenido que hacer y cómo los han sufrido. Te darán detalles terribles, como el tamaño de la aguja de la anestesia y te recordarán el ruido del taladro dental, si no lo has escuchado ya. En ese caso, su respuesta no solo nos deja más perdidos en una conversación extraña sino aterrorizados antes de llegar nuestro turno.
¿Nos dejan perdidos en su narrativa?
Por último, nos encontramos con esas personas muy conversadoras que parecen saber mucho de todo y son capaces de entablar una conversación donde te explican cantidad de cosas. A medida que prosigue la conversación y dan respuestas a tus preguntas, te vas dando cuenta que desconocen el tema, pero te hablan con una convicción que casi te lo crees todo y te dejan totalmente perdido. Queda uno aturdido.
¿Será por eso que a los hombres no les gusta pedir direcciones?
Digamos que esto puede justificar el hecho de que a muchos hombres no les gusta preguntar direcciones. Gracias a Dios por los GPS. Y en los otros casos, a veces es mejor disfrutar de nuestros pensamientos en lugar de ponernos a preguntar. No vaya a ser que nos den esas respuestas que nos dejan más perdidos que antes de preguntar.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.