Exploremos la idea de la aceptación de uno mismo como amor propio. Esto, con relación a la campaña que ha iniciado CVCLAVOZ este mes. En un breve y bello texto, aunque algo complejo para el joven estudiante, encontré una reflexión que es un poco extensa como cita, pero indispensable:
En la raíz de todo está el acto por el cual me acepto a mí mismo. Debo estar de acuerdo con el ser que soy. De acuerdo con tener las propiedades que tengo. De acuerdo con los límites que me han trazado (…) No me puedo explicar a mí mismo ni demostrarme, sino que tengo que aceptarme. La claridad y valentía de esta aceptación constituye el fundamento de toda existencia.
Romano Guardini, La aceptación de sí mismo, Editorial Lumen, Buenos Aires: 1992
Guardini fue un sacerdote católico, pensador, escritor y académico alemán. Se dice que es uno de los teólogos más destacados del siglo XX. De modo que la cita expuesta se encuentra en el marco del pensamiento cristiano de Occidente.
He leído con detalle el librito La aceptación de sí mismo y me parece un excelente material para el tema del así llamado amor propio. Digo «así llamado» porque la Biblia no reconoce dicho término. Sí habla de amarse a sí mismo.
Es imposible amarse a uno mismo sin aceptarse
La tesis del libro en realidad es que la aceptación de uno mismo es el fundamento de la existencia. Una de las condiciones para semejante aceptación es al mismo tiempo la aceptación de lo que somos: ese personal «yo soy el que soy» nos es dado por Dios.
Vivimos en un mundo que ofrece y demanda de nosotros muchas condiciones: belleza, juventud, inteligencia, éxito, riqueza, salud. Pero la vida como es, no nos da estas cosas. Hay que luchar por obtenerlas. Y en esa lucha nos desconocemos como somos. Queremos ser eso que, en definitiva, no somos.
Guardini dice que la angustia de la existencia es rebelarse contra la natural limitación de la existencia. Al contrario, la aceptación de nuestra finitud es el reconocimiento de nuestro origen en Dios. Esa es la diferencia contra la angustia del mundo, que es reconocer la finitud humana, pero frente a la nada, a una ausencia de Dios. Amarse a uno mismo es aceptarse con todas las propiedades, fallas y conflictos que llevamos. Es imprescindible este acto de amor. A eso nos referimos con la aceptación de uno mismo como amor propio.
Vallas en el camino de la aceptación de uno mismo
Ya mencionamos que la sociedad propone modelos de amor propio que se basan en logros externos. Pero, si somos honestos, debemos aceptar que en nuestra vida cristiana solemos sufrir el mismo problema. La enseñanza nos propone modelos que resultan difíciles y no pocas veces imposibles de seguir: santidad, perfección, paciencia, paz.
No digo que éstos sean malos modelos. Pero se ponen como prueba de una cristiandad exitosa, no como propuestas de caminos a seguir. Se ponen como condición para la autoaceptación.
Eso crea estados de angustia porque sentimos que nunca llenamos la medida de la «estatura de Cristo». Y la comunidad de creyentes nos presiona en este sentido.
Por eso, celebro la campaña del amor propio. Desde esta modesta tribuna propongo la aceptación de uno mismo como amor propio.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.