La pérdida de la valentía puede ser la característica más sobresaliente que un observador imparcial nota en Occidente en nuestros días. El mundo Occidental ha perdido en su vida civil el coraje, tanto global como individualmente… Desde luego, existen muchos individuos valientes, pero no tienen suficiente influencia en la vida pública.
Un mundo dividido, Aleksandr Solzhenitsyn, Universidad de Harvard, 8 de junio de 1978
Hace cuarenta y dos años Solzhenitsyn se refirió brillantemente a la pérdida de la valentía en la vida civil individual como en el conjunto de la sociedad. Hago énfasis en la fecha porque, como pasa con todos los pensadores de su talla, sus palabras se refieren no sólo al presente. Se ha adelantado casi medio siglo en describir nuestra actual realidad.
En otros pasajes de su discurso Solzhenitsyn explica las razones de este deterioro de la valentía tanto en lo personal como en lo social. Cuando las sociedades dejan de lado los contenidos que le imprimieron sus fundadores, el resultado seguro es el caos. Pero ninguna sociedad puede sobrevivir en el caos. Entonces, queda abierto el camino para los autoritarismos y las dictaduras.
Cómo ocurre la pérdida de la valentía en la vida civil
Llama profundamente la atención cómo la gente se acostumbra a la pérdida progresiva de su libertad. A veces esto ocurre por la fuerza, es verdad. Pero ocurre también como un proceso progresivo. La gente, para asegurar su seguridad y su bienestar, va cediendo al poder político algo que no debería entregar jamás: su libertad.
Cuando los fundamentos de la sociedad —libertad, justicia, equidad, orden— son destruidos, hay siempre un grupo atrevido de personas que atiza el descontento popular y se erige como la “salvación”. A través de diversas propuestas radicales obtienen acceso al poder y una vez instalados allí, el avance sobre todas las libertades es sólo cuestión de tiempo. Basta observar la historia de América latina de los últimos, digamos, 70 años.
La tibieza como destrucción de la valentía
Alguien dijo una vez que las clases medias tienden a ser más propensas a esa tibieza de ánimo frente al autoritarismo. No es así en otros niveles de la sociedad. Los ricos se resisten porque tienen mucho que perder; los pobres se rebelan porque no tienen nada que perder. La gente del universo medio ha logrado cierta estabilidad que no quiere perder por nada del mundo.
Viene la hora, y ahora es, cuando debemos despertar como sociedad civil. En la película “V de Venganza” se oye decir al protagonista: “Es el gobierno el que debe temer a la gente, no la gente al gobierno”. Ya hemos afirmado aquí que una vez rotos los fundamentos, al justo le quedan pocos caminos: se resigna por miedo a perder todo o se rebela.
Un señor importante en medios cristianos atacó duramente la resistencia civil del estallido de octubre en Chile y adujo el verso aquel —siempre pobremente citado— de “sométase toda persona a las potestades superiores”. Ese reclamo sólo es válido si las “potestades superiores” actúan conforme a la justicia y la equidad. Si no lo hacen, no hay ley ni doctrina que impida la resistencia civil. Es hora de pensarlo.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.