Después de varios años, he vuelvo a leer “La Resistencia”. Encontré este volumen en una librería de Córdoba en 2007. Tiempo después, Sabato escribiría su último libro, “Antes del fin”.
Entonces, de “La Resistencia”, quisiera comentar esta cita:
Creo en los cafés, en el diálogo, creo en la dignidad de las personas. Siento nostalgia, casi ansiedad de un Infinito, pero humano, a nuestra medida.
La Resistencia, Ernesto Sabato
No sé exactamente cuando conocí el café. Recuerdo que pedí un expresso y me asustó la violencia del sabor.
Los cafés han sido para mí un amparo donde leer, escribir y pensar; donde abrirme frente a alguien, escuchar una confesión o una confidencia. Un lugar donde recuperar la humanidad y apaciguar el tiempo. Son un lugar para la resistencia.
Resiento la pérdida de la capacidad del diálogo. Estás obligado a estar en este lado o en la vereda de enfrente; para la mentalidad presente, la avenida del medio es recurso de cobardes.
Hay que descalificar, denostar, insultar al otro. Se perdieron los matices, desapareció el espacio donde indagar y ser indagado para dar lugar a las razones y al equilibrio. Hay bondad e iniquidad en todos los seres. El diálogo busca lo primero.
Dialogar no es renunciar o traicionar una convicción. Al contrario, es confrontar y ser confrontado en la convicción del otro y averiguar dónde estén las debilidades, las inconsistencias, los hallazgos felices y transformadores. Es una condición para la resistencia.
He estado considerando seriamente que la existencia del diablo para la construcción del mal no es necesaria. Porque los seres humanos han demostrado una creatividad y una intensidad sobresaliente en producir e infligir maldad a la gente y al mundo.
Asistimos a un aplastamiento feroz del ser, de sus infinitas posibilidades, de su justo y preciso lugar en el mundo. Se requiere un imperativo moral para al resistencia.
Tengo nostalgia, casi ansiedad de un Infinito, pero humano, a nuestra medida, escribe Sabato. Es llamativo que mencione una nostalgia del Infinito, como si alguna vez hubiera experimentado algo así y lo extrañara.
¿Por qué abandona la gente la idea de Dios y la añora a la vez?
He llegado a la triste conclusión que son la institución religiosa y los representantes de Dios los mayores causantes de que la gente destituya a Dios de su vida.
Por eso, añoramos a un Dios al que no haya que alcanzar a través de otros, sino que El nos alcance directamente donde estamos y entre a nosotros lleno de gracia y de verdad. Añoramos a un Dios que inspire la resistencia.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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