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Terapia del silencio y sus beneficios

Hace algunos lustros me llamé voluntariamente a una terapia del silencio. Al principio no la llamé “terapia”; era nada más una nueva realidad.

Detallé de este modo las características de aquella llamada:

Detener el flujo incesante de las palabras. Apagar los ruidos del habla. Atenuar la expresión audible del pensamiento. Dejar de decir. Poner en la boca el sello invisible del silencio.

Alejarse del rumor enervante de la ciudad. Restarse de las conversaciones. Apagar el teléfono. Buscar el amparo de un camino rural al lado de la ruta.

Estacionarme en la cumbre de la cuesta Barriga y abismarme un rato con la vista del valle de Talagante.

Apagar la luz del cuarto. Dejar de oír en mi cabeza aquella canción. Apaciguar los sonidos del día que rondan en mi oído. Escuchar apenas el sonido de mi respiración.

Terapia del silencio autoimpuesta

Colocado, en virtud de dramáticas realidades, en la posición de pasar muchas horas solo, el silencio vino a ser un inesperado compañero. Tuve que inaugurar para mis días una terapia del silencio.

Solía incomodarme. Me ponía ansioso, irritable. Buscaba escondites en la televisión y la música. Le hacía el quite monologando mis aprensiones, mis dudas, mis broncas. No conocía aún su serena pedagogía.

Con el tiempo, fui aprendiendo esta singular artesanía. Me ejercité laboriosamente en la terapia del silencio. Como todas las cosas que verdaderamente importan, no se entrega de buenas a primera. No hay veleidad en esa renuencia inicial, sin embargo.

Se requiere tiempo para convertir un trozo informe de piedra en una obra maestra. Toma meses para que el silencio desbarate la costra de ruido y multitud y nos encare con la belleza salvaje del ser. Cuesta trabajo aplicarse uno mismo la terapia del silencio.

Terapia del silencio en la suma de los días

Leí que el filósofo Blaise Pascal dijo una vez algo como: “La mayor parte de los problemas que tiene la gente se debe a que no puede pasar una hora de silencio en su habitación”.

Por supuesto, esto es una generalización, como muchos de los aforismos que leemos o que inventamos. Sin embargo, hay unos granos de verdad en ello. A causa de la prisa y el ruido, confundimos lo importante con lo urgente, el fondo con la forma. Perdemos perspectiva.

Nos desesperamos. El silencio viene a poner un poco de orden. Desviste. Desnuda la realidad. Refleja el propio estado. Expone lo importante. Quizá sea por ello que lo eludimos con tanta diligencia.

Entonces, pasando los días, le agarramos cariño. El objetivo es promover un diálogo sereno, sin miedo y sin culpa, con lo que llevamos dentro.

Pero, la terapia del silencio no resuelve todos los problemas de la vida. Lo digo porque este no es un blog de autoayuda. Por las dudas.


El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

Benjamín Parra Arias

Hay otros universos alrededor nuestro. Contenidos, significados, códigos diversos. Sobre todo, vidas intensamente reales. Espejos donde nos vemos tal cual. Imaginaciones, sueños, broncas, esperanzas, crónicas y memorias...

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