Nunca imaginé siendo solo una niña, cómo era el amor que mi madre me tenía y profesaba. Yo también la quería y aún la quiero, pero creo que esto es algo que los niños no llegan a comprender tan bien como lo es en realidad.
No fue hasta que tuve mis propios hijos que entendí ciertas cosas. Mientras estuve embarazada imaginaba cómo sería ese bebé. Me impactaba pensar que un ser diferente se estuviera formando, de prácticamente nada, de apenas un par de células inquietas. Pero el día que estuvo en mis brazos fue tan mío. Y fue tan inmensa la sensación inverosímil de tener una nueva criatura que había crecido en mí, y más aún cuando comenzó a crecer, a caminar, a hablar, a pensar por sí mismo. No deja de impresionarme cómo Dios nos otorgó a las madres esta maravilla inaudita de ser parte de un proceso que solo a Él le toca, el de crear vida.
Todavía, después de muchos años, este misterio no termina de dilucidarse. Cada día me asombro porque no importa que sean “mis” hijos, son “otras” personas, no soy yo. Y sin embargo los sigo amando como a mí misma, y preferiría sufrir en su lugar miles de veces, antes de ver que les suceda nada. Si usualmente soy una persona tranquila, paciente y sociable, puedo ser una total leona si alguien toca a mis niños, si los ofende o si acaso imagino que les quieren hacer mal.
Pensando así, de pronto, se me ocurre que Dios tiene que estar detrás de todo esto. Tal vez nos dio este tipo de amor para que algún día pudiéramos también llegar a comprenderlo, un amor que nos creó de la nada, que luego se mostró sin condiciones, solo porque existimos; un amor que era inmenso de tal forma que Él mismo prefirió sufrir; un amor que nos defendió hasta lo sumo cuando vio que estábamos perdidos.
Ya había escuchado que el amor de madre se parecía al amor de Dios, pero no fue hasta ahora que me percato de ello. Dios hizo algo especial conmigo, con mi madre y con todas las que en estos días celebran tener este privilegio inaccesible para muchos. Porque tal vez en el Edén Dios nos hizo a su imagen, pero cuando nos hizo madres, nos permitió sentir como Él.
Este artículo fue producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.