Los sueños que Dios pone en nuestros corazones son propósitos que él quiere cumplir en nosotros. Sin embargo, muchas veces nuestra idea de cómo se harán realidad es muy diferente a la de Dios. Por ejemplo, en Génesis 37 se encuentra la historia de José, un joven a quien Dios le mostró que sería líder sobre sus hermanos. Cuando él compartió esto con sus familiares, la reacción no fue positiva. Todos creyeron que él quería asumir una posición por sobre la autoridad de su padre y tomar el control de la familia. Por esta actitud podemos deducir que la idea que todos tenían sobre los sueños de José era para un cargo dentro de su clan. No obstante, cuando el tiempo pasó, se reveló que Dios tenía planeado que José sea el gobernante de una nación.
Ninguno de los involucrados en la historia sabía de qué forma se iba a cumplir el sueño de José. Cada uno tenía una idea errónea de cómo se llevaría a cabo, pero ninguno de ellos atinó a la verdad. Esto demuestra lo que se afirma en Isaías 55:8-9 (NTV), “Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos —dice el Señor— y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse. Pues así como los cielos están más altos que la tierra, así mis caminos están más altos que sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos.”
Muchas veces nos dejamos guiar por nuestras propias ideas de cómo nuestros sueños se harán realidad. Estamos tan cegados por nuestras propias ilusiones que olvidamos que es Dios quien tiene la última palabra. La historia de José nos deja estas lecciones:
- No debemos encapricharnos con nuestros sueños. Cuando nos obstinamos en querer que las cosas salgan a nuestra manera, podemos rechazar lo que Dios quiere. En cambio, si dejamos que sea él quien nos guíe, incluso las malas circunstancias servirán para cumplir ese propósito.
- No debemos dejarnos llevar por la desesperación. La vida de José nos muestra que las tentaciones se presentan de maneras inesperadas. Pero son precisamente esas circunstancias las que miden nuestra fidelidad a Dios. Si nos dejamos llevar por la desesperación y malos impulsos, podemos arruinar el futuro que Dios nos tiene. Incluso cuando los hechos parezcan estar en nuestra contra, si hacemos el bien, Dios nunca nos abandonará.
- Es importante buscar a Dios en cada proceso. Los sueños no se logran de inmediato. Para que se hagan realidad necesitan atravesar por un proceso y es necesario que tengamos en cuenta a Jesús en cada paso.
- Debemos esperar el tiempo de Dios. El tiempo es algo que los humanos somos incapaces de controlar. No obstante, Dios conoce el pasado, presente y futuro; esto quiere decir que hará realidad nuestros sueños en el momento que él considere mejor. Si crees que el sueño que él te dio no se cumple, quizás es porque el tiempo no es el adecuado.
“Todo sucede a su debido tiempo. Sin embargo, Dios puso en la mente humana la habilidad de entender el paso del tiempo, aunque nadie alcanza a comprender la obra de Dios desde el principio hasta el fin.”
Eclesiastés 3:11 (PDT)
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