Todos hemos sufrido. Vivir trae consigo sufrimiento y es parte de nuestro día a día. Todos cometemos errores y herimos a otras personas muchas veces sin querer. La vida es complicada.
Los seres humanos somos muy complejos y esa combinación hace que todo sufrimiento, rompimiento, choque, amor, bondad, cariños, detalles, críticas, ofensas, abrazos, consejos, amar, consentir, todo sea parte de vivir. Son todas esas experiencias las que nos fortalecen y nos hacen madurar. Y si nos seguimos acercando a Dios, nos transforman en Su obra maestra. Él permite que suframos las consecuencias de nuestras decisiones para que nos moldeemos en esa figura que Él tiene en proyecto. Cuando lleguemos a Él, estaremos mucho más cerca de ser aquello para lo que fuimos creados.
He leído acerca de la leyenda del porqué los japoneses reparan la porcelana rota con oro. La técnica que usan se llama kintsugi, que significa carpintería dorada. Es una tradición japonesa de cuatrocientos años, y ¡no solo usan oro!, también plata y platino. Esto hace de la ruptura, una celebración como parte de la historia del objeto y no como su final. La belleza de las imperfecciones.
Tal vez podemos vernos como una obra de arte kintsugi, reparada por el amor. Cuando recibimos a Jesús en nuestros corazones, Él perdona todo lo malo que hemos hecho, las heridas que hemos causado y sana las nuestras convirtiéndonos en algo más allegado a Su obra maestra.
No permitas que tus heridas te amarguen la vida. Aprende una lección de cada experiencia, y la reparación de tus heridas serán algo valioso que te transformará en la obra maestra de Dios.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.