La fuerza de las cosas. Así se titula uno de los últimos libros autobiográficos de Simone de Beauvoir, filósofa y escritora francesa del siglo XX. En él describe, con la sabiduría de los años tardíos, cómo los aspectos de su vida adquieren una fuerza definitiva. Es el relato de la madurez del pensamiento, el sentimiento, la experiencia y las relaciones humanas.
La vejez presenta dos caminos posibles para las creencias fundamentales que le dan forma al ser. Se pueden ir haciendo más rígidas y recalcitrantes o bien se reconoce que lo único posible es seguir examinándolas. Se va endureciendo la posición o se continúa explorando nuevos territorios de la verdad. Así que la fuerza de las cosas galvaniza lo aprendido o lo impulsa hacia nuevos conocimientos.
En mi vida he resuelto que la fuerza de las cosas me impulse a otras preguntas, a una continua indagatoria. Es frecuente que personas queridas me digan que soy un niño: “Eres como los chicos” lo he escuchado muchas veces. No paro de andar en el Reino como los chicos, siempre preguntando, siempre aprendiendo, errando, “metiendo la pata” no pocas veces.
Alguna vez escribí aquí que no se espere de mí que “madure”. No voy a ser nunca grande. No me voy a considerar jamás un maestro de acabados conocimientos. Tengo una curiosidad interminable. Sufro de una sed original por lo que dicen todos los libros que pueda leer. Me detengo a oír todas las canciones posibles y a mirar todas las películas que sea posible ver.
Me aburre la gente que repite mil veces y de memoria conceptos acerca de Dios, de la espiritualidad y de la tarea suprema. Me sorprende que tanta cristiandad nunca haya leído siquiera una vez la Biblia que escribió el Dios que reclaman amar. No puedo entender por qué tanta gente quiere seguir escuchando las mismas enseñanzas por diez, veinte o treinta años.
Elijo decir que no sé, reconocer que fallé, admitir que no conozco todo y que necesito que me enmienden la plana. Pedir perdón por haber hecho mal algunas cosas, por no haber hecho lo correcto como nos urge Jeffrey de León. A eso, amigas y amigos me refiero con que la fuerza de las cosas sea mi aliada para seguir aprendiendo.
Y a veces, por puro molestar, lo niego todo o me retracto de todo. Por molestar no más. Para incomodar…