Cuando nos encontramos al pie de una gran roca, es imposible moverla porque su tamaño y altura nos superan. Imagínate que así es Dios, fuerte, sólido y firme en su grandeza.
El rey David hacía esta declaración al respecto: “¿Quién es Dios, si no el Señor? ¿Quién es la roca, si no nuestro Dios?” Salmos 18:31 (NVI) Para él, Dios era su fortaleza, en quien estaba toda su dependencia porque reconocía la gloria y el poder del Padre.
Hay ocasiones en las que la “roca” en nuestras vidas no es Dios sino es algo o alguien, y cuando por una u otra razón aquello ya no está nos sentimos desprotegidos, vulnerables y vacíos. En cambio, si Dios es el fundamento de nuestra existencia no hay nada que pueda derribarnos, porque nuestra dependencia está en quien es eterno, en el Todo Poderoso.
Puede que en este tiempo estés atravesando una separación, un divorcio o la partida de un ser querido y eso te está desestabilizando profundamente, al punto de no encontrarle ya el sentido a la vida. Quiero animarte a puedas confiar primeramente tu dolor a Dios, tu Padre, quien te ama y quiere darte el consuelo que necesitas, ponlo también como el fundamento de tu vida, la Roca de tu fortaleza, y así recibirás el aliento que te falta, la paz y la confianza de que no estás solo.
Que Dios sea el primero en tu corazón y, pase lo que pase, tendrás la fuerza para continuar el camino que debes seguir.
Él es la Roca, sus obras son perfectas, y todos sus caminos son justos. Dios es fiel; no practica la injusticia. Él es recto y justo.
Deuteronomio 32:4
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