Cuando hablamos de fe, muchos tienden a pensar en un tipo de esperanza. Y muchos pensamos en la fe casi como último recurso. Pero la fe es activa y es más fuerte. Es saber con certeza y convicción, aquello que Dios y tal vez solo Dios es capaz de hacer.
Es con esa fe, llena de certeza y convicción, con la que comenzaremos a ver milagros suceder a cada instante. Muchos hablan solo de creer lo que no vemos, al hablar de fe, y es así, en parte, pero primordialmente es acerca de estar convencidos del gran poder de Dios.
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.
Hebreos 11:1-2 (RVR 1960)
Saber también con certeza y convicción, cuánto nos ama Dios; al estar convencidos de ello, no dudaremos jamás, aunque las circunstancias no sean cómodas o ideales, de ese gran amor y de que Él nos sacará adelante, por eso, porque nos ama tanto.
Es un principio de acción por la certeza y la convicción
Cuando tenemos una meta, un objetivo que puede ser bendecido por Dios, nos esforzaremos por alcanzarlo. Y tendremos la convicción y la certeza de lograrlo porque sabemos que Dios lo debe bendecir porque lo va a glorificar a Él y porque si sabe que nos va a hacer bien, nos complacerá.
De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad.
Hebreos 11:6 (NTV)
Es la misma fe la que hará que entendamos que, si recibimos una respuesta negativa de Dios, es porque no nos conviene. Debemos buscar otro camino. Es sencillo, pero eso no quiere decir que se nos haga fácil. Estamos acostumbrados a conseguir nuestra voluntad.
Por eso se habla tanto de la humildad en la Biblia. Porque necesitamos soltar riendas y rendirnos a la voluntad de nuestro Dios. Y solo lo podremos hacer de corazón si estamos totalmente convencidos y con la certeza de que Dios nos ama, es poderoso y sabe lo que es mejor para nosotros.
Oración del día:
Bendito seas Señor, mi Dios. Vengo una vez más buscando Tu presencia. Padre amado, ayúdame a tener esa fe con certeza y convicción de ese grandioso amor que sientes por mí, de que sabes qué es lo que más me conviene y que me guiarás y me darás lo que no me aparte de Tus planes. Te pido que me ayudes a pedirte las cosas con la humildad de saber que sea Tu respuesta positiva o negativa, va a ser la mejor para mi vida. Gracias Señor. Me rindo con humildad a Ti, en el nombre de Jesús, amén y amén.
Aplicación:
¿Qué le has pedido a Dios que no se te ha dado aun? ¿Sientes que esa es Su voluntad, o piensas que está probando tu paciencia? ¿Si la respuesta que te da es negativa, estás dispuesto a aceptarla?
El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.