Saulo de Tarso, también conocido como Pablo, se encontraba de camino a Damasco, consigo tenía cartas de que le permitían llevar presos a Jerusalén a quienes habían decidido seguir el camino que Cristo había trazado.
Imagino que no esperaba tener un encuentro con Jesucristo y mucho menos de la forma en que sucedió; cayendo de bruces al suelo, fue interrogado por sus actos, aun así, temblando preguntó: Señor, ¿qué quieres que yo haga? (Hechos 9:6).
De esta forma se dio cuenta que iba en la dirección equivocada, necesitó atravesar esta fuerte experiencia para comprender que, si bien su intención era honrar a Dios, había elegido la forma incorrecta.
A muchos de nosotros nos sucede lo mismo, en nuestro afán de querer servir a Dios, sentimos la urgencia de hacerlo cuanto antes, sin considerar que primero debemos ser moldeados por el Señor y experimentar ese cambio que sólo Él puede realizar en nosotros.
Necesitamos que nuestra mente sea renovada, para dejar de ver las cosas de la forma limitada que nos caracteriza; por otro lado, nuestra actitud también debe atravesar un proceso de transformación, todo esto sólo puede darse cuando entregamos el control de nuestras vidas a Dios y rendimos nuestra voluntad ante la Suya.
Así como sucedió con Pablo, él no tuvo que relatar el cambio operado en su vida, sus acciones lo demostraban.
Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús.
Hechos 9:27 (RVR1960).
Si hasta el momento tu vida no ha experimentado ningún cambio, entonces algo anda mal, es tiempo de que analices qué está pasando y que busques ser lleno del Espíritu Santo.
Entonces el Espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre.
1 Samuel 10:6 (RVR1960).
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