Estamos acostumbrados a adaptarnos a las circunstancias; y en muchos caso es cierto, pero no todo el mundo.
Me considero sumamente adaptable, pero por lo general cometo el error de pensar que todo el mundo puede adaptarse a cualquier situación. Y es que soy del tipo que si no se adapta, busca una solución. Me desespera la queja. Cuando me he sorprendido quejándome, yo misma me reprendo y me animo a buscar soluciones para aquello de lo que me he estado quejando.
Pero como cada cabeza es un mundo, sé que hay personas que no logran adaptarse a ciertos cambios y pueden pasar por etapas depresivas, de las cuales solo pueden salir con ayuda especializada. No soy psicóloga, pero considero que si en lugar de enfocarnos en el problema que tenemos, nos enfocamos en buscar soluciones, hasta se nos olvida el problema en sí.
Es como estar todo el día en casa quejándonos. Si en lugar de eso, nos enfocamos en buscar qué hacer, lo pasaríamos mucho mejor. Este tiempo de estar en casa, que ya está pronto a pasar, nos debe haber enseñado al menos eso. A mí me pasó. He buscado cosas qué hacer en casa y hago listas de lo que puedo arreglar ahora. Hacer listas de proyectos es maravilloso, pues uno va tachando cada cosa que va haciendo cada vez que realices una de las tareas, y eso te da un sentido de logro.
Creo que todos tenemos que haber aprendido algo de este tiempo. La importancia real de cada cosa, el valor de las amistades, acerca del nivel de adaptabilidad que tenemos y a disfrutar de cada segundo de nuestra vida.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.