Debo confesar, ante todo, que no voy a referirme a las señales antes del fin como se las cita en el acervo doctrinal de nuestro entorno.
Sí me voy a referir al tema, como siempre, desde los pasillos laterales. O como, en el título de nuestro segmento en Uno nunca sabe de CVCLAVOZ, “desde otra perspectiva”.
Señales con poca prensa entre nosotros
Tan preocupadas se ve a muchas personas con las señales antes del fin que no advierten muchas señales del presente. Son signos que se refieren a esa suerte de “apocalipsis ahora” del cual hemos hablado antes aquí.
Mírenlos como acontecimientos que señalan la necesidad de respuestas de parte nuestra ahora. Es decir, mucho antes de la preocupación por un mañana escatológico de interpretación bastante discutible.
- La destrucción masiva de la confianza pública. El poder político, el judicial, el económico, entre otros, se han contaminado ferozmente con una corrupción poca antes vista. Semejante conducta disuelve la esperanza de que estos poderes restauren la justicia, la libertad, la paz.
- La decadencia feroz del pensamiento crítico. Esto marca el fin de la vida examinada. Ya no hay, al menos en inmensos sectores de la sociedad, seriedad en la búsqueda de la verdad. La descalificación, el insulto, la grosería y la chimuchina verbal campean en todos los medios. Las excepciones son brutalmente escasas.
Estas no son las señales antes del fin. Son señales del presente. Sigamos tomando nota:
- La política devenida espectáculo circense. Exactamente eso: un circo donde la diversión consiste en destruir toda posibilidad de diálogo inteligente y sobre todo, de mirar el bien mayor de la sociedad. Y para satisfacer a la tribuna, harto pan y risas.
- El odio abierto o soterrado contra la diferencia. Impera el discurso totalizante, el chauvinismo recalcitrante, el nacionalismo exacerbado. Es “nosotros o ellos”, sin gris alguno. O es blanco o es negro. No hay nada intermedio.
- La desigualdad que mata toda esperanza. Se ve la escandalosa y cercana convivencia de sectores inmensamente acomodados con villas miseria o como se llamen en otros países. Esta desigualdad genera odio, delincuencia y toda clase de maldad.
¿Algo que hacer?
Siempre nos hacemos la pregunta de qué podemos hacer para encarar esta realidad que nos supera. Por supuesto no tenemos, individualmente, la capacidad de modificarla.
Pero una a una, cada persona puede participar en forma local. Se solía decir: “Piensa globalmente, actúa localmente”. Habría que volver a pensar en esto y no tanto en las señales antes del fin.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.